“Ministerio del salmista”, de Guillermo Pilía: desde la médula misma de la lengua castellana
Por Luis Benítez
El autor argentino, ampliamente reconocido en toda Iberoamérica, nos ofrece una muestra más de su poética honda, vital, donde fulgura un manejo maestro de las plásticas posibilidades que brinda nuestro idioma común. “Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, / pero mi verso brota de manantial sereno; / (…) / Desdeño las romanzas de los tenores huecos / y el coro de los grillos que cantan a la luna. / A distinguir me paro las voces de los ecos, / y escucho solamente, entre las voces, una.” De Retrato, Antonio Machado (1875-1939) Hay poetas que saben evitar el empleo de la metáfora fulgurante pero innecesaria; que están al tanto de que no es preciso apelar a un discurso enrevesado para desfigurar y oscurecer las verdades eternas de la buena poesía, fingiendo con las tinieblas adosadas al verso el vacío conceptual que ellos albergan. Hay creadores, en fin, que optan por buscar su voz más personal en la rica cantera de la mejor tradición de la poesía escrita en español, a un lado y el otro del Atlántico, para dar con la más depurada amalgama de ambos aportes. Existen poetas que, además, encuentran esas voz personal merced a un trabajo constante y paciente, que por el camino va dejando más y más hitos de cercanía a la meta que se propusieron alcanzar. A esa estirpe -quizá reducida en nuestros tiempos, pero notable desde la primera página de lo que nos lega su empeño- pertenece el argentino Guillermo Pilía, según lo testimonia su ya extensa obra poética, paralela a su brillante actividad académica, que le ha granjeado en América y Europa el pleno reconocimiento de sus dotes autorales por parte de los lectores, la crítica y las instituciones literarias del Viejo y del Nuevo Mundo. Su último poemario publicado, Ministerio del salmista (1) corrobora todo lo antedicho y suma aun mayor frescura y espontaneidad a su discurso poético, donde a poco de recorrer las páginas advierte el lector sin dificultad alguna que está recorriendo un sendero engañosamente fácil hacia el universo de sentidos que convoca el poeta en su obra. Es que, en verdad, la sencillez expresiva de Guillermo Pilía es fruto de un intenso y muy sostenido trabajo con el lenguaje, hasta alcanzar la depuración que exhibe Ministerio del salmista. Gracias a esa labor de décadas es que el poeta platense logra hacer ingresar, en el torrente sanguíneo de la sensibilidad de quien lee, un complejo juego de polisemias, cuya trama diversa pasa inadvertida hasta que estalla en todo su esplendor emocional y conceptual, generando ese contacto con lo inefable que todos buscamos en un buen poema. Si queremos explicitar dónde reside y se marca expresivamente la residencia de dicha epifanía, posiblemente la tarea nos resulte imposible de concretar. Es la acumulación de imágenes y metáforas, el susurro de indicios, la alusión sutil, el concepto claro y exacto, la suma de todos estos factores en la poética de Pilía, aquello que origina el fenómeno. Al respecto, cabe transcribir, si bien en parte, lo que señala en las palabras liminares de este volumen el reconocido poeta, filólogo, crítico literario, traductor y catedrático de Filología Clásica Española Jaime Siles (Valencia, 1951): “A diferencia de otros poetas que ven el poema como una piscina o un cuadrilátero, en los que se enfrentan deportivamente a él, Guillermo Pilía lo ve no como un círculo sino como un redondel, que no es lo mismo, porque su geometría no es la euclidiana sino la del espacio en que transcurre y se realizan las artes y suertes del toreo. Véase, si no, las siguientes líneas de uno de sus cuentos, ‘Quite a la sombra’, en las que podría estar sintetizada su poética: ‘había pensado que no había mejor cosa en el mundo que lo que a tarde a tarde acontecía dentro del redondel’. Pero el suyo no es el de la plaza sino el del poema, recorrido siempre por el tono de vibración elegíaca que lo atraviesa y que corresponde por completo a su propia voz y a un ritmo encadenante en el que el lector asiste a una forma de epifanía en cuyo centro late un íntimo fulgor de piedad tan virgiliana como religiosa. De ahí que la impresión que su lectura deja no sea otra que lo que él mismo en un poema ha definido como ‘Lo que se queda allí’. Sí: lo que se queda allí es el modo en que Guillermo Pilía asume todas las realidades del poema, ese espejo que nos devuelve la emoción de nosotros mismos convertida en palabra”. El autor Guillermo E. Pilía nació el 29 de octubre de 1958 en La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Se graduó en Letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Ejerce la docencia como profesor de lenguas clásicas y de teoría literaria. Es director de la Cátedra Libre de Cultura Andaluza de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), director emérito de la Cátedra Libre de Literatura Platense “Francisco López Merino” de la misma universidad, titular del Aula de Taurología “Ignacio Sánchez Mejías”, vicepresidente del Consejo Argentino para las Relaciones con Andalucía, secretario de Asuntos Académicos del Instituto Iberoamericano de Estudios Andalusíes, senescal de la Hermandad Literaria Generación del 27 y presidente de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid, miembro de número de la Academia de Buenas Letras de Granada, de la Academia Española de Literatura Moderna y de la Academia Tomitana de Constanza, Rumania. Es vicepresidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) de La Plata, secretario general de la SADE Nacional y consejero de la Fundación El Libro, entidad que organiza anualmente la Feria del Libro de Buenos Aires. Parte de su obra poética ha sido traducida al inglés, al portugués, al griego moderno y al italiano. Entre las principales distinciones obtenidas se encuentran el Primer Premio Provincial de Literatura “Roberto Arlt”, 1989; el Primer Premio de Ensayo en el Certamen Nacional “60º Aniversario del Fallecimiento de Horacio Quiroga” de la Sociedad Mutual de Empleados Públicos de Rosario, Santa Fe, 1997; el Premio publicación del certamen “Todos somos diferentes” de la Fundación de Derechos Civiles de Madrid, España, 1999; el Premio Al-Ándalus de la Federación de Asociaciones Andaluzas de la República Argentina, La Plata, 2010; el Premio Andrés Bello por su obra poética completa, otorgado por la fundación homónima de Madrid, en 2014; el Premio a la Excelencia Literaria de la Unión Hispanomundial de Escritores, de Orlando, Estados Unidos, 2016, y el Premio León Benarós de la Fundación Argentina para la Poesía, 2016. Toda su obra intelectual fue declarada en 2010 de interés cultural por la municipalidad de su ciudad natal. En el género ensayo se editaron los volúmenes La trascendencia en la espiritualidad hispana, 1999; Andalucía, tan lejana y cercana. Memorias de los inmigrantes andaluces de la región de La Plata, 2002; Los castellanoleoneses de La Plata, 2005; Diccionario de escritores de la provincia de Buenos Aires. Coloniales y siglo XIX, 2010. Sus libros de cuentos son: Viaje al país de las Hespérides, 2002; Días de ocio en el país de Niam, 2006; Tren de la mañana a Talavera, Madrid, 2009. Anteriormente al que nos ocupa, publicó los poemarios Arsénico (1979), Enésimo triunfo (1980), Río nuestro (1988), Río nuestro / Cazadores nocturnos (1990), Huesos de la memoria (1996), Viento de lobos (2000), Visitación a las islas (2000), Caballo de Guernica (2001), Ópera flamenca (2003), Herido por el agua (2005), Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que se ama (2011), Como el dios que gestaba en su muslo (2020, reeditado en París bajo el título La jambe de Rimbaud en 2021), y Fatiga de los metales (2021). NOTA (1)Asociación Abra Canarias Cultural, Colección Nuestra América, ISBN 9798841639978, 72 pp., Columbia, Carolina del Sur, Estados Unidos, 2022.