La vida entera. Una antología
Autor: LUIS BENÍTEZ Género: poesía Pro Latina Press, colección Gala de poesía, New York. 2023
La vida entera. Una antología reúne la producción poética del argentino Luis Benítez (Buenos Aires, 1956) publicada entre 1980 y 2021: Poemas de la tierra y la memoria (1980), Mitologías (1983), Behering y otros poemas (1985), Guerras, epitafios y conversaciones (1989), Fractal (1992), El pasado y las vísperas (1995), La yegua de la noche (2001), La tarde del elefante y otros poemas (2006), Manhattan song. Cinco poemas occidentales (2010), Les Imaginations (2013) y Nadie sabe dónde estuvimos (2021). A partir del propio título y subtítulo este libro induce a pensar en el significado de la palabra entera. Un sinónimo sería íntegra, cuya connotación moral es la honradez, además de un sentido cuantitativo que enuncia la completitud de una obra. Oh, caramba, pero si es una selección, una antología, entonces la poesía de Benítez no puede entrar enterita allí. Pero entra. Y entra porque este poeta empezó a recorrer ciertos caminitos semánticos desde las estrofas de su primer volumen editado. Son senderos sutiles y precisos, como los que se internan en las montañas y, al igual que estos, tampoco obvios, que entrelazan la naturaleza y sus criaturas con el hombre que habita en las ciudades, con el infinito del cosmos, con los mitos. La multiplicidad de todos esos seres está cifrada en un concepto que da título a uno de sus libros antologados: Fractal (1992). La estructura fractal es quebrada, fracturada, pero al mismo tiempo multiplicadora de formas y sujetos. Así sucede en el mundo natural y, aunque mediante otros recursos, en el discurso social que hablan las ciudades. Enormes cantidades de sustancias colectivas, simultáneas y en expansión, están nombradas o sugeridas en muchos poemas. En “Poderosas cigarras del verano” dice que él es “uno de tantos”, en “La mano” dice que “todo es un infinito pasamanos”.¿Existe alguna excepción a la multiplicidad fractal? Probablemente, la salvedad sea “Los ojos de Rimbaud”, aquella subjetividad salvaje: “De este lado rezamos por ti hincados ante un lobo”. El primer paso para adentrarse en esos vericuetos de lo múltiple Benítez lo da, casi siempre, pisando sobre algo inesperado dentro de lo cotidiano: un grillo estridulando en pleno invierno entre las macetas del balcón, o el “infierno” de un subterráneo, o una mujer maquillándose ante el espejo. Cada animal, planta, personaje, escritor, paisaje o ciudad nombrada es una imagen que nos guía -Virgilio de posguerra- por entre la abundancia y complejidad de la vida y, como no podía ser de otra forma, la gran madre de los seres múltiples es la lengua. En nuestro caso, el castellano, al cual le dedica estas palabras en su libro El pasado y las vísperas: “En esta lengua que hablo, en estas frases de un eco / cuántas voces viven, cuánto eres la inmortalidad, / lengua de plurales que siendo una eres / metáfora de aquello que siendo uno es lo diverso.” La estética supone siempre una ética que la sostiene, de lo contrario, solo hallaremos una belleza de cosmética, una bonitura de salón de peinados. Benítez no propone una moral en su acepción de “buen comportamiento”, sino una ética cuyo valor relevante es la aceptación, incluso de “los bárbaros”: “entender que nada podemos hacer/ Ni por amor ni por odio para redimir a la criatura / De su condición de bárbara”. Es una visión humanista que en Manhattan song… dialoga con Erasmo de Rotterdam y en Guerras, epitafios y conversaciones declara: “Un amor absoluto, para el que no existe / primero ni último, golpea sobre el mundo: / en el más humilde y en el más soberbio / canta la canción del hombre”. EUGENIA CABRAL Agosto, 2023
