RICARDO LEZÓN, EL CORAZÓN ES UN COMBUSTIBLE PELIGROSO: PALABRAS QUE SE ESCONDEN BAJO LA TENUE BRUMA DEL LENGUAJE DE LAS NUBES
La infancia como motor de los recuerdos que, poco a poco, a cada poema, a cada palabra van recorriendo las sombras que en algún momento se han apoderado de nuestra vida. Vida excluyente y, sin embargo, querida. Vida poseída por el deseo y despojada de la realidad. Vida que mezcla viajes, fiebres, selvas que nunca han existido y troncos de árboles de los que nacen las palabras. Palabras que se esconden bajo la tenue bruma del lenguaje de las nubes. Nubes como metáfora de todo aquello que se esconde en las entrañas de los sueños. Allí donde se enfrenta el todo con la nada y se establece esa difícil e inversa relación entre el tiempo y los deseos: «busco lo que quiero/ y no lo que necesito/ no la flor/ sino la primavera/ No el olor/ el aire entero.» El amor, el padre, la familia, los niños que una vez fuimos y el universo que es capaz de contraerlo todo en un instante fugaz por definición y demoledor por lo impactante que tiene la revisión de un pasado que no siempre es el que deseamos atraer al presente configuran una línea temática que se mueve entre lo imposible y lo deseado, donde los deseos son el fruto de nuestra incapacidad para vivir la vida sin más. De ese modo tan transversal van creciendo los poemas y relatos breves que componen este El corazón es un combustible peligroso de Ricardo Lezón. Libro-sueño. Libro-padre. Libro-puente. Libro, en cualquier caso, que fusiona de algún modo el universo compositivo que va desde las letras de las canciones de McEnroe a los poemas que ejecuta en sus libretas que acaban en forma de libro. Poemas que buscan, sin duda, su propio camino. Y que lo hacen en ocasiones bajo el signo de una musicalidad que acompaña y distingue a sus temas musicales. Ricardo Lezón es un escritor, poeta y músico que funciona como un todo. Un corpus creativo que desemboca en un torrente de palabras bajo el fino hilo de los recuerdos que las remarcan, porque esa plenitud que explora en el pasado y sus múltiples formas de expresión, es la que vuelve una y otra vez sobre la línea compositiva de un artista que no tiene miedo a la hora de enfrentarse a ese abismo que en ocasiones nos gobierna, y que él distrae con sus poemas, relatos y palabras. Los relatos cortos —muy cortos— que están incluidos, en este libro ecléctico de miradas y posiciones literarias, se caracterizan por pertenecer a su primer viaje a México en los años noventa. Vientos. Calimas. Fiebres y noches que bajo la bruma del pasado se hacen reales y certeros, a pesar del matiz onírico que los distingue a cada uno de ellos. Son relatos forjados de la experiencia y el viaje, no sólo exterior, sino también interior. Y que mezcla lo cercano con lo distante a través de una cuerda que Lezón trata de tensar con las palabras y que no siempre lo consigue, pues estamos ante fugaces imágenes que se deconstruyen en varios episodios, y por mucho que alguno de ellos sólo contengan apenas una frase. Esa técnica a la hora de finalizar los relatos los convierte en ambiguos y desconcertantes, una característica que gustará a los amantes del género de los relatos cortos por lo que tienen de incertidumbre y desasosiego, al modo de cada una de nuestras vidas y experiencias. El corazón es un combustible peligroso es también el recuerdo de la música. De las canciones y sus cantantes. De Chet Baker. De Jason Molina o de Jimi Hendrix. Canciones y cantantes que tensan el mástil de sus guitarras en forma de ecos que transitan por las composiciones literarias de Lezón, y se trasponen en una melodía que deambula por unas historias fabricadas con palabras que se esconden bajo la tenue bruma del lenguaje de las nubes, porque como dice él: «El corazón siempre».
Ángel Silvelo Gabriel.