STEFAN ZWEIG, POESÍA COMPLETA: VERSOS NACIDOS DE LA PASIÓN POR EL LENGUAJE
Amor y deseo unidos por la melancolía de lo no poseído. Ensoñaciones del cuerpo que no conocemos. De la virtud que nunca allanaremos. Del impulso de llegar a amar por encima del miedo. A nosotros. A lo desconocido. Al otro. Estos versos nacidos de la pasión por el lenguaje, que no de la experiencia, son con los que Stefan Zweig comenzó su carrera literaria. Poemas sumergidos en el oxímoron que en sí mismo supone la evocación de la nostalgia hacia aquello que aún no se ha vivido. El amor. El sexo. La pasión sin resolver. Pasión anhelada. Encriptada. Y resuelta muchas veces mediante metáforas que envuelven a la naturaleza en un embelesamiento de lujuria léxica que no carnal. Una pasión que, además, se desplaza junto a versos de auto conocimiento. Una silueta de formas sin resolver, que es la de la que se que compone su primer poemario, Cuerdas de cristal, que como muy bien nos apunta Gonzalo Torné en el prólogo: «...la clave parece estar en esa cuerda de plata con la que el poeta se refiere a su propia sensibilidad, rasgada por los embates de la experiencia mundana y por los sueños oníricos. De cada encuentro, un roce; y de cada roce un canto.», tal y como sucede en el poema Nocturno: «Mira, la noche tiene cuerdas de plata/ tensas sobre los sueños de la siembra,/ suaves y temblorosos sones se deslizan/ sobre el aliento de la tranquila campiña/ hacia lejanos y radiantes horizontes.» Aquí, la poesía inicial de Zweig representa a un vehículo con el que llegar al deseo. Tierno. Jovial. E inocente, por su falta de belleza y un simbolismo que se recrea en la nostalgia de lo no vivido, lo que nos traslada al mundo de los sueños, y a ese mundo de ayer que caracteriza a esta primera obra poética del escritor austriaco. Muchos de los versos de Cuerdas de plata expresan la vitalidad o cadencia juvenil del éxtasis por la vida. Un leitmotiv que Zweig expresa mediante las figuras del nuevo día, la llegada de la primavera, o la noche preñada de múltiples posibilidades como expresa en el poema Ahora sé…: «Ahora sé quien teje en mis noches/ esa dichosa luz,/ pues el esplendor de ese rostro de ensueño/ no revela sino tu amado semblante,/ que las bendice de forma tan sencilla y profunda/ que dejan de ser noches y se llenan de sol.» Algo parecido es lo que ocurre en Las coronas tempranas, un poemario fechado en 1906, cuando Stefan Zweig cuenta con la edad de veinticinco años, y en el que ahonda en la necesidad de satisfacer el éxtasis del amor carnal que, en su caso, sólo se traduce en palabras. En este sentido, la necesidad de satisfacer el más íntimo de los instintos está caracterizado por el freno que ejerce una sociedad cerrada como la vienesa, donde el ambiente claustrofóbico y angustioso de un gran número de sus poemas son el elemento represor de la libertad individual. Y cuyo mejor ejemplo sería el poema titulado como La noche de la gracia. Una ronda de sonetos en la que asistimos a un extenso e intenso trance amatorio desde su inicio insinuante hasta su ingenuo final, de nuevo varado en imágenes donde la naturaleza recobra el protagonismo: «II. Entonces la abandonó: “No voy a seducirte./ Sé solo mía cuando ya lo seas del todo./ No quiero aceptar ni uno solo de tus regalos./ Dame tan sólo lo que ya me pertenecía. […] VI. En esta noche, no obstante, se le dio la gracia/ de percibir el mundo como por vez primera./ En senderos resplandecientes atisbó las estrellas,/ barcos a la deriva en la antesala del cielo… Y como un niño que al mundo despierta,/ tomó de estas gentiles manos de muchacha/ un resplandor renovado que siempre fue suyo.» En Nuevos viajes, publicado en 1924, aunque el amor y su éxtasis carnal sigue siendo tratado por el escritor austriaco, su mirada se vuelve más amplia y de cierta forma lo abandona, para llegar a situaciones o temáticas más afines a aquellas por las que ha pasado la historia de la literatura, como son: la lucha por la libertad y contra los nacionalismo, por ejemplo. Un fanatismo que recrea con gran realismo, crudeza y acierto en el poema titulado El mártir. Aquí su poesía ya no es una prolongación del Romanticismo: «En silencio se van colocando,/ todo está inmóvil, la piedra los fulmina./ El teniente lee la sentencia./ Muerte por traición. Con pólvora y plomo./ ¡Muerte! Como un disparo/ la palabra golpea sus corazones.» Aquí ese mundo de ayer que tan bien representa la sociedad vienesa del principios del s.XX deja de existir y da paso a un mundo atroz, cuya violencia no entiende de barreras. Un mundo alejado de ese otro que Zweig soñó en su juventud. Un mundo apegado a la pasión por un lenguaje encadenado a la melancolía de aquello que no llegó a ser.
Ángel Silvelo Gabriel.