Antón Arrufat, entre las sentencias y los testigos
Por: Sender Escobar
Conversar con Antón es también un modo de leer sin que ello signifique sostener un libro en las manos. La experiencia y humor sarcástico de un hombre que ha hecho de la literatura su medio vital, conectan de inmediato con su trabajo literario, que no escapa de sus vivencias y plasma en ella valoraciones certeras sobre obras, personas y circunstancias. El estímulo leer a un protagonista de varios de sus escritos como si fueran diálogos o percibir que se tiene de frente un diario, por el carácter testimonial en la mayoría de sus ensayos, describen la evolución y el pensamiento cultural de los años donde laboró como periodista, profesor, conferencista y bibliotecario. Encargado de la selección de los textos y el prólogo, Cristhian Fariñas presenta El convidado del Juicio a modo de tríptico, dividido por una larga entrevista realizada al Premio Nacional de Literatura de Cuba en el año 2000. Cada etapa de pensamiento y análisis por la que transitó el autor, es revelada unas veces de manera cronológica y otras en dependencia de la temática, sin constituir la fecha del ensayo o la conferencia un elemento de peso. Un hombre conversador es entrevistado sobre su vida y obra, Antón no escapa al auto análisis sobre su carácter y acciones. No existe en él un arrepentimiento sobre el pasado, pero sí el reflejo en su carácter, una sutileza que ha adquirido con los años, donde la euforia juvenil de expresar lo que piensa tal cual, se ha visto, no disminuida, si no disimulada en el sarcasmo de una persona afable pero de hablar caustico. A lo largo del libro, en dependencia al escrito, se encuentran opiniones sobre alguna obra que le ameritaban valores no merecidos, elogios derrumbados estrepitosamente con sus sentencias, en el juicio literario donde fue convidado y actúa como vocal, juez y a veces ejerce como fiscal. En este tipo de trabajos con autores vivos, ocurre una resistencia: la pretensión del autor al intervenir, de manera fatigosa, sobre la selección de sus textos. No le gustan determinados ensayos, opta por caprichosas exclusiones, aspirando en secreto una imagen falseada de sí mismo. No ha sido este el caso. Desde el principio Arrufat permitió (y padeció) mis gustos. Señala Fariñas en una parte del prólogo del libro que se dio la tarea de recopilar textos, varios de ellos inéditos, rescatados de los archivos del autor. Ciertas opiniones no escapan de la contrariedad cuando el joven Antón arremetía contra las obras de figuras de respeto dentro del pensamiento cultural cubano en la etapa republicana en las páginas de la revista Ciclón y también como parte del equipo redactor del magazine Lunes de Revolución. Inevitables en la obra, es la aparición de figuras literarias que formaron parte de la vida personal y quehacer cultural de Antón Arrufat: Virgilio Piñera, José Lezama Lima, Guillermo Cabrera Infante, José Rodríguez Feo, etc. Quienes en distintos momentos y etapas creativas del autor, sirvieron o ayudaron en el desarrollo de su escritura. Como el caso particular de Rodríguez Feo, fundador y mecenas de la revista Ciclón, medio donde se estrenara como polemista y se diera a conocer como escritor. Una fijación especial en los diferentes ensayos, es la perspectiva del tiempo a través de la obra de un hombre de longevidad y lucidez generosa. Sin embargo la existencia temporal conlleva en el caso de Arrufat, a dar respuestas poéticas en una relación conflictiva e inevitable… Es inestable. No me llevo bien con él- responde Antón sobre el tiempo en la tercera y última parte de la entrevista- Quisiera que las cosas giraran en eterno retorno. Eso me traería la ilusión de que mucha gente muerta volvería a estar entre nosotros (…) La idea de que hay futuro no me cura de mi nostalgia. Existe otra sensación del tiempo: su presencia en los relojes, en los árboles, en la cara y el cuerpo de las gentes. Una particularidad dentro de la escritura de Antón es la visión habanera del mundo, llegó a la capital de Cuba con doce años y el niño que jugaba pelota y a escondidas desconectaba el interruptor de los tranvías en Santiago de Cuba, descubre la ciudad y con ella también su pasión por la lectura y el anuncio de su decisión irrefutable de convertirse en escritor, cuando colocaba en la puerta de su cuarto un cartel que anunciaba que estaba de viaje y no deseaba ser interrumpido. No solo el testimonio de un emigrante nacional que a medida que crece y madura, influenciado por la literatura, testimonia la vida cuando no era historia, según expresa a Fariñas, El convidado del Juicio es una extensión de la cubanía arraigada de Antón, quien a pesar de sus prolongadas estancias en Estados Unidos y Europa, la renuncia a vivir en su país, jamás fue para él una opción y la capacidad creativa igual que el poema de Virgilio, se encuentra signada a la maldita circunstancia del agua por todas partes.