RICARDO ÁLAMO, RUIDO Y ECO: ACOTANDO EL MUNDO. EL PROPIO Y EL AJENO
¿Cuál es la última intención de aquel que escribe? Quizá sea la de atrapar el silencio, y así, destronar al ruido y al eco que nos gobiernan. Ruido y eco como símbolos de lo ajeno. De todo aquello que nos perturba y distrae, pero también de la sima de lo propio. Por inabarcable. Por profunda. Por secreta y silenciosa. Como nos apunta Jaume Plensa: «Intento fabricar silencio en una época muy ruidosa», y esa sea, tal vez, la última meta de Ricardo Álamo en Ruido y eco, un libro inclasificable por las materias que aborda y las múltiples formas de hacerlo, que están enfocadas —al menos— desde una triple vertiente: la personal a través del diario, la literaria mediante la crítica, y la ensayística con tintes filosóficos. En estas diferentes vertientes del “yo” asistimos a frases-sentencia tan certeras como esta: «Una sociedad que maximiza sus deseos es una sociedad que minimiza su realidad. O sea, una sociedad infeliz» que, entre otras cosas, es una buena forma de ir acotando el mundo. El propio y el ajeno. Si algo destaca en este libro diarístico, confesional, y crítico con la sociedad y los ciudadanos que la manipulamos y corrompemos, es su libertad. Libertad que ya viene prefijada tanto en su planteamiento como en su discurso, pues en ambos prevalecen las ventanas que nos permiten observar todo aquello que transita fuera de nuestro mundo y dejamos de percibir por falta de tiempo o mera ignorancia. Estos apuntes del día a día son los que plasma, no sin cierta dosis de humor, Ricardo Álamo página tras página. Apuntes donde lo emocional rezuma esa verdad subjetiva que acompaña a los recuerdos de nuestras vidas. Recuerdos fabricados con la tinta del que no olvida ni el qué, ni el cuándo, aunque no siempre sepa atribuirles un por qué. De esa inexactitud vital nacen los mejores momentos de nuevo libro híbrido de Newcastle Ediciones, porque como muy bien nos dice su autor: «La realidad es un misterio, y todo escritor un desenterrador de secretos». Oficio, el de desenterrador de secretos, al que se encomienda Ricardo Álamo con suma maestría y conocimiento de sí mismo y sus limitaciones, pero también de sus virtudes —que son muchas—, si nos atenemos a la capacidad que tiene de hacernos visualizar todos los reflejos de las vidas que nos acompañan y limitan, y de las que en demasiadas ocasiones apenas somos consientes de que se desarrollan a nuestro alrededor. La adolescencia, el amor, la Filosofía, el miedo, los miedos y una conciencia crítica hacia sí mismo y los demás, hacen de Ruido y eco un nuevo y acertado salto al vacío de un editor que da luz a voces que de otra forma no dejarían de ser anónimas. Javier Castro Flórez busca la excelencia en la diferencia, y de ahí su poliédrico acierto. No en vano esa es otra forma de ir acotando el mundo. El propio y el ajeno. Y para que no nos quede ninguna duda sobre ello, este singular libro se abre con una cita no menos cierta y acertada: «Pronto no serás más que ceniza o esqueleto, y un nombre (y tal vez ni siquiera eso); y el nombre, ruido y eco. (Marco Aurelio).Ángel Silvelo Gabriel.