APUNTES DE MARCO ANTONIO DE LA PARRA
JOSE FIGUERAS DIAZ
Los jóvenes quieren escribir, quieren verse, oírse. Pero arriesgan ser también un ghetto. La demanda de individuación, provocada paradójicamente por el individualismo contemporáneo, sólo conduce a mayor fragilidad del ser. Los jóvenes hablan del teatro de bolsillo, del teatro semimontado, del formato pequeño. La gente se pregunta si el teatro ha dejado de ser el teatro de nosotros para convertirse en el teatro del Yo, citando a Elena Garro. Un teatro que busca las raíces ha sido abandonado por otro que tal vez las encuentre sin quererlo. La épica, lo cierto, es que parece un asunto liquidado. La contaminación espiritual es desgarradora. Hay que trabajar de nuevo, en el lenguaje. Palabra limpias, como cuchillos. Un muchacho argentino trae la pregunta por el crimen, por el deslinde del bien y del mal. Los jóvenes tienen preguntas éticas básicas ¿Decidí o me di cuenta? ¿Qué responsabilidad, moral tengo en un mundo de aparente permisividad y fundamentalismo latentes? Nos persigue lo irrespetable, lo inefable, lo que no se puede decir, los jóvenes suelen fundir un equipo de autor y director. Lo no dicho es lo más importante, el tabú, la revelación del secreto familiar. Todos extranjeros, se insiste, todos mestizos. El mestizaje es bello. Sólo el mestizaje es bello. Sólo los híbridos verán el futuro. La escritura se confiesa siempre dolorosa, un contacto feroz con las limitaciones del lenguaje. El autor desaparece, alegremente, detrás del actor. Parecen menos engreídos los autores del fin de siglo. Les gusta más el arte que ser artistas. Quieren grupos más que éxitos. Se habla de los evolucionarios corrompidos en fetiches. La idealización, el funcionamiento desesperado del fin del siglo.¿Qué va a decir mi público de mí, se queja una actriz, si hago este papel horrendo? Algunos mantienen la creación colectiva, la investigación, las fichas, van a buscar su público a los barrios. Sienten que el espectáculo no debe quedarse en las salas desfalleciendo y debe salvarse por un lenguaje enriquecido por la performance. Un joven dramaturgo colombiano compara este oficio con el de marino viajero, pirata piloto. La palabra como un barco, el lenguaje como pesca. La exhumación como figura de la creatividad nuestra, como escena. Contravenir a la muerte, sacar bajo la tierra lo que se daba por podrido. Preguntan de nuevo sobre el destino actual de la fábula como núcleo, la coherencia como contenedor, la fantasía de sentido del arte del desenlace.¿Es posible ir más allá de la obra abierta? Más que solución disolución, señalan. Lo anómalo atrae a algunos autores, lo dañado, la sensación para el espectador de ver algo fuera de lo normal, un texto que padece una enfermedad. El espectador como clínico. El actor frágil, el funámbulo, la escena como una cuerda floja. Lo cotidiano convertido en extraño en exótico. Convertir el teatro en un lugar de peligro. Un español se refiere al grupo como Los Encontrados. La imagen me queda dando vueltas. Somos un hallazgo, el resultado de una casualidad, un encuentro. Hay que escribir una teoría del autor posespectáculo , postergación colectiva, repalabreado, neo argumental. Descubrimiento de la tiranía del director, rescate del texto con otro valor, el que permite el mundo audiovisual. La imagen acorraló las palabras contra la poesía. El teatro es critica hoy desde la misma escritura. El teatro escrito ha ganado la libertad de los sueños. No hay escritura canònica, no hay más que un lector-director, el director es el lector implícito. Quizás el actor que vuelve. La lectura del teatrista es absolutamente única y convierte el lenguaje en una maravilla de continente. La interpretación es consecuencia de la carencia de verdad. No se sabe lo que se dice. La ambigüedad pidesu espacio. La incertidumbre quiere ser tomada en cuenta. La complejidad exige ser considerada como un texto abierto. No hay descanso.