Y YO SIN SABER QUE VIVIMOS EN EL PARAÍSO
Es curioso, pero hace poco me enteré que en cierto sentido estaba pasado de moda, pero no en cuanto a llevar una determinada marca comercial, que posiblemente también, sino en cuanto a mi forma de ver el mundo. Verán, no hace mucho asistí a una conferencia en la que se hablaba de las nuevas tendencias literarias de hoy en día y pude constatar, aunque evidentemente ya lo intuía, que los relatos que se escriben en la actualidad (evidentemente para que interesen a la mayor parte de los ciudadanos) no han de tener prácticamente ningún tipo de trasfondo demasiado comprometido o crítico. Y fue en ese instante, quizá sin yo pretenderlo, cuando mi subconsciente pensó (supongo que con bastante ironía) que probablemente aquello se debía a una maniobra de autoprotección precisamente del subconsciente para que nuestro cerebro no sufriese un repentino colapso irreversible si, además de distraerse, también debía pensar.
Así pues, en dicha conferencia pude constatar que, por lo que parece, la novela comprometida o de crítica social ya no está de moda, algo que no acababa de entender sobre todo en los tiempos en que vivimos (no sé qué opinarían, aunque me lo puedo imaginar, nombres tan ilustres en este género como Cela, Goytisolo, o el por desgracia recientemente desaparecido Miguel Delibes), por lo que a pesar de todo deduje, supongo que de forma repentina e inconsciente, que esto también podría deberse a que, aunque yo no me había enterado, muy posiblemente en la actualidad debíamos vivir en un mundo fantástico en el cual la dicha y la felicidad inundaba por completo nuestro universo. Por lo tanto, supuse que no debíamos de estar atravesando una durísima crisis económica y que todos éramos ricos, ¡qué digo ricos!, riquísimos, y también, muy bien posicionados. Probablemente, quien más o quien menos, disfrutaba de su lujoso chalet en la playa, esos precisamente que suelen salir en las revistas del corazón, y por supuesto al llegar el verano todos viajábamos alrededor del mundo descubriendo exóticos lugares que hacían que nuestros sentidos se disparasen de una forma insospechada. Además, los fines de semana llenábamos los restaurantes de lujo de nuestra ciudad siempre y cuando no nos apeteciera en ese instante volar con nuestro jet privado hasta una sugerente capital europea.
Sí, yo no me he enterado, pero debió ser que este nuevo siglo XXI que hace ya una década estrenamos ha conseguido acabar de cuajo con las desigualdades sociales, con el hambre en el mundo y con la tiranía de la sinrazón. Al parecer, los en otrora proletarios de los países industrializados disfrutan todos en la actualidad de sus Mercedes, BMW y Ferraris mientras sus hijos se sienten agobiados al tener que decidir por cuál de las innumerables y tentadoras ofertas de trabajo se deciden finalmente. Por supuesto, ya no existen mileuristas ni políticos corruptos, y mientras los palestinos son agasajados y mimados por los israelíes, en la India ha habido tal progreso en los últimos años que el hambre y la miseria se han erradicado por completo. Por otro lado, los generosos países del primer mundo han donado gratuitamente miles y miles de medicamentos para acabar con el SIDA en África, al tiempo que todas las multinacionales han decidido, al parecer, no expoliar los tentadores recursos de los países tercermundistas. Todos, absolutamente todos, somos ricos y dichosos, de ahí que ya no exista nada que denunciar.
Y yo, pobre de mí, sin saber que vivimos en el paraíso.
Víctor J. Maicas
*escritor