John Sellars: Lecciones de epicureísmo
Taurus, Barcelona, 2022.
Epicuro fue uno de los más brillantes intérpretes de la realidad en cuanto que la muerte y la felicidad, dos polos aparentemente opuestos, constituyen una trayectoria en medio de la cual se encuentra la vida; para nuestra cultura, la vida del hombre. “Hoy tendemos a asociar la palabra ‘epicúreo’ con el exceso indulgente, pero el hedonismo ligero y la autocomplacencia decadente está a años luz de la vida placentera que perseguían estos filósofos, más preocupados por los placeres mentales y por eludir el dolor incluso en los tiempos difíciles. Su objetivo, en definitiva, era una existencia de tranquilidad y satisfacción” No resulta, desde luego, en vano en reparar las nuevas necesidades después de un largo invierno medieval bajo el efecto de una pandemia como la que todavía venimos padeciendo. Y he aquí que no solo no se alude a un vacuo placer –como a veces se ha interpretado el epicureísmo- como un bien hedonista, sino que reclamamos para la tranquilidad el remedio de aquellos sanadores del alma, del interior, como la filosofía se ha propuesto antes de las premisas de la psicología moderna. Qué desgracia que tan burdamente se haya querido ignorar, por parte de las instituciones educativas, un programa de estudios donde no primase lo más inmediato, lo obviamente material, en detrimento de enseñanzas como la filosofía u otras humanidades en general.¿No venía ya escrito en la Biblia que los bienes y los males están dentro? Y la química o el culto al cuerpo, la gimnasia, aun siendo un bien, no entran dentro de los dominios verdaderos donde el individuo ha de ir a beber como fuente de justicia, de sentido de la dignidad; incluso del valor de la libertad. El problema último se plantea para el hombre de una manera bien sencilla, como nos dice el profesor Sellars, de la universidad de Londres, y que recientemente se ocupó también en otro libro de otro valor esencial cual es el estoicismo: “No sabemos exactamente cuándo ni cómo, pero sí que en algún momento moriremos. Este es, en muchos sentidos, el hecho más importante que existe. Nos define como seres mortales. Limita la cantidad de tiempo que tenemos, lo que otorga cierto carácter de urgencia a nuestros planes y proyectos. El hecho de no saber cuándo moriremos también puede producirnos ansiedad. Y luego está la cuestión de qué hay después, si es que hay algo” A modo de respuesta, el propio Epicuro escribió: “Quien es consciente de los límites de la vida sabe cuán fácil de obtener es aquello que clama el dolor por una carencia y lo que hace lograda la vida entera. De modo que para nada necesita cosas que traen consigo luchas competitivas” O, abundando en el mismo tema, invita a reparar en que “nada es suficiente para alguien que considera lo bastante como insuficiente” Lucrecio, en su ‘De rerum natura’ vino a pergeñar con detallado mimo la esencia de la naturaleza humana y su destino, habiendo derivado felizmente la enseñanza de lo acuñado antes por su maestro Epicuro. El autor romano vino a enriquecer y difundir las sencillas verdades, de aquí que, a modo de resumen, se pueda señalar que en una época plagada de ansiedad, el epicureísmo ofrece un camino hacia la paz del espíritu: “En una época de consumismo desmedido –volvemos al prof. Sellars-, nos incita a repensar lo que necesitamos realmente para vivir bien. En una época de aislamiento social cada vez mayor, nos recuerda el valor de la amistad”. Recomendaciones de lo sencillo, recomendaciones de escuela en su sentido más originario y desnudo, algo que tan indolentemente tendemos a ignorar.