ALICE MUNRO, DEMASIADA FELICIDAD: LA CRUEL SOLEDAD DEL DIFERENTE

ALICE MUNRO, DEMASIADA FELICIDAD: LA CRUEL SOLEDAD DEL DIFERENTE

Soledad. Soledad como la fuerza que nos somete a lo largo de la vida. Soledad que no desaparece con la muerte. Esos reflejos interiores que nunca llegan a atisbarse en un mundo hostil y primitivo. Reflejos alejados de todo aquello que lleve la marca de la felicidad. Entonces, ¿qué representa ese efímero trasunto que deviene en demasiada felicidad? Esa demasiada felicidad que Munro nos presenta en esta colección de relatos es un mero deseo. Aquel que siempre anhelamos. Aquel con el que soñamos de una forma obsesiva. Aquel que no es real. En este caso, como ocurre en la obra de la escritora canadiense, las aguas subterráneas por las que fluyen sus relatos no dejan de correr por su mente. Por sus historias. Por sus vísceras. Aguas que salen a la luz en narraciones afincadas en una realidad muchas veces hostil y que huyen de ella asociadas a la indiferencia. Vidas anónimas que también necesitan de algo de cariño. Un cariño que parece que nunca encuentran, porque Munro indaga en los secretos que mueven nuestras vidas y en las atrocidades que éstos engendran. El resultado de todo ello convierte a sus personajes en seres débiles y sensibles que necesitan de ilusiones efímeras o absurdas que se crean ellos mismos para sobrevivir. La vida, en estos casos, es un espacio de ausencias, tal y como ocurre en el relato, Dimensiones, que abre esta recopilación. Ausencias que, sin duda, necesitan aliarse con el destino, y donde las historias contadas lo son de vidas paralelas que no tienen nada en común, salvo la soledad. Vidas paralelas que, sin embargo, acaban uniéndose en un enigmático final —marca de la casa— que nos ofrece la posibilidad de terminar o reinterpretar lo leído o imaginado. Un azar y sus consecuencias que está presente en El filo de Wenlock o en Pozos profundos, donde las historias quedan inacabadas, suspendidas en el aire, en la soledad y en la búsqueda de uno mismo y el resultado insatisfactorio que eso conlleva. Rastros de rostros que no acaban de romper con su pasado, porque siempre hay un lugar al que volver aunque éste sea el equivocado. Alice Munro conocedora de que en la literatura hay que saber seducir al lector para mantenerle atento a aquello que se le está contando, emplea distintas formas para atrapar y engañar al lector. Una de ellas es la de llevarle por un camino que luego se desvanece y que al final resurge, para de esa forma, darle un sentido a la historia. Una técnica del relato corto que se denomina como la historia oculta o subterránea. Esta técnica es la que la escritora canadiense emplea en Radicales libres, en la que la soledad de los personajes y su desarraigo frente al dolor y la vida son los verdaderos protagonistas. Un desarraigo que se alza como otro de los aciertos narrativos de la Munro, y que sin duda, se convierte en magistral cuando lo emplea en sus particulares viajes hacia la infancia presentes en algunos de su relatos. Aquí, los recuerdos de la infancia transitan imborrables hasta el final de nuestras vidas. Recuerdos apegados a lugares, casas y estancias donde, quizá, una vez fuimos felices como solo se puede ser feliz cuando eres niño, donde el corazón todavía no ha sido abrasado ni por la ira ni por el rencor. Viajes que solo se entienden en la soledad del tiempo. Sin embargo, no todo es felicidad en Demasiada felicidad, porque la autora también utiliza esa vuelta al pasado para hacer presente la crueldad que manifiestan los niños contra el diferente, el malformado o el retrasado, y que, en Juego de niños, se plasma en una larga historia llena de vaivenes que en un momento dado te obligan a ir en busca del final. Un final cruel y sin cerrar a pesar de que se intuya sin dificultad el destino de una de las protagonistas. Destino para el que Munro afila el cuchillo que representa su escritura mordaz y valiente. Un estilo que la define y en este relato pone al servicio de la soledad infantil que va dejando rastro a lo largo de nuestras vidas, a pesar de que éste sea una rastro sangriento. Hay que llegar al final del libro para dar con la joya literaria de esta recopilación de relatos, pues el que da título al mismo, Demasiada felicidad, es toda una obra maestra del arte de escribir. En esta pequeña biografía de la matemática rusa Sofia Kovalevski, Alice Munro nos proporciona una clase magistral de contención, frialdad, y perfección narrativa a la hora de relatarnos los últimos días de la matemática rusa, y lo hace con una mirada inequívocamente sublime hacia el personaje, lo que nos obliga a no dejar de leer. Demasiada felicidad es la partitura de una hermosa historia de amor y desencuentros. De atrevimiento y desencanto. De valentía y renuncias. Una historia plena de magnetismo. Intensa. Mágica como un cuento de hadas. Reveladora como el mayor de los milagros. Una historia donde la nieve hace de justiciera maldita y atroz,. Una historia que en su último capítulo llega a la perfección. La limpieza con la que Munro afronta esta biografía es admirable, porque nada falta y nada sobra en esta brillante narración teñida por el infortunio y la soledad que nos acoge a lo largo de nuestras, a pesar de que en ella tenga cabida la frase demasiada felicidad como expresión de ese último deseo que nos acoge antes del final. Una felicidad que, sin embargo, se transforma en la cruel soledad del diferente.

Ángel Silvelo Gabriel.


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