EL DRAMATURGO, UN SER SUBTERRANEO
José Figueras Díaz
Los dramaturgos de estos tiempos suelen ser solitarios, si logran reunirse lo hacen lejos del mundanal ruido. Al caer el sol suelen ir al teatro a ver lo que se está montando. En el día se dispersan por la ciudad, en el día suelen estar ocupados en el subterráneo metidos con su última obra. De no estar escribiendo y tener que participar en alguna reunión o evento ahí fraguan una discusión que no es la que esperábamos. Se critica poco a los directores, casi no se nombra a los críticos. La última obra es la obsesión. Escribir teatro, ese arte medio extinto, ese accidente del arte. Escriben y no son literatos, son hombres de la escena, de cuerpo y alma. Son proclives a soñar mientras habla el otro. Discuten los problemas de una escritura terminal. Sus generaciones distintas se hacen sentir. Los que vienen de muy atrás y defienden sus utopías, lo que están atrapados en una obsesión. De alguna manera todos los dramaturgos los atrapa su pieza. Es difícil ser universal en tiempos cosmopolitas. Cada dramaturgo se concentra en su parcela su mundo interno, para construir una ilusión de sentido. Las grandes ciudades han dañado la dramaturgia, ha hecho imposible la concurrencia a las salas esto por múltiples razones urbanas, pero también y en gran medida por el virus, este cerró las salas y en mi opinión no hay teatro sino hay público. Todo esto los ha llevado a que se adhieran a la televisión, encerrados en su hogar, impidiendo ese ritual, esa asamblea. El actor se convierte en un punto básico de apoyo. escribir con el actor, por el actor, para el actor. El actor como pieza única de escenografía. Voz, sombra, cuerpo opaco. El director retrocede unos pasos. El actor emerge, poderoso, con sus pequeños dones de dios menor. Lo biográfico atraviesa muchos de los textos. La épica ideológica ha sido arrancada de cuajo queda como un despojo de épocas pretéritas. La poesía lucha contra el mercadeo y su epopeya fría de los balances de fin de mes. Somos todos extranjeros los artistas dice uno, cada país se cierra., el cierre está en cada uno. Somos cada vez menos, mínimos, más aislados. Estamos muy solos. El teatro por , el deseo ajeno, entusiasma más de algunos. Pasar de contrabando una idea propia cuando ya no se cree tener ideas. Los jóvenes quieren escribir, quieren verse, oírse. Pero arriesgan caer en un encierro. Las posiciones políticas los dividen, no le dan oportunidad a su arte. Hay países que se cierran y la creatividad queda enterrada, no hay pieza montada ni publicada. La demanda de ser individual, provocada paradójicamente por los individualismos contemporáneos, solo conduce a mayor fragilidad del ser. Los jóvenes hablan de teatro de bolsillo, del teatro semimontado, del formato pequeño, del teatro breve o micro teatro. No critico a lo anterior porque yo también lo hago. Pero queridos jóvenes yo ya estoy viejo, ustedes busquen lo profundo, busquen la trascendencia, se puede ir mas allá solo hay que buscarlo.