“El acorde”: música y erotismo en Luis Cernuda
“El acorde” es un bello poema en prosa de Luis Cernuda, recogido dentro de su obra Ocnos (1942), en la que el autor rememora su infancia —idealizándola o mitificándola en cierto modo— a través de un corpus de poemas de este género. El texto que aquí nos ocupa está vinculado a la temática musical, muy presente a lo largo de todo el libro: podemos encontrarlo en otros poemas en prosa como “La música”, “El piano”, “La música y la noche” o “La poesía”. De estos poemas se desprende la enorme trascendencia de este arte para la poética y la sensibilidad de Cernuda. En “El acorde”, Cernuda muestra al lector una imagen (pues se trata de esto: una imagen y una reflexión, no una historia) en la que el poeta, siendo niño, se siente profundamente conmovido por un acorde musical. Esta imagen sirve como punto de partida para meditar en torno a una experiencia de orden “místico” (las comillas son del propio Cernuda) que tiene que ver con la plenitud de la existencia, el sentido y la transcendencia que para el poeta (niño y adulto) puede llegar de la mano de un acorde musical; experiencia solo comparable a la “unión con la vida” que se produce a través del cuerpo deseado. Para Cernuda, ese instante “queda sustraído al tiempo, y en ese instante intemporal se divisa la sombra de un gozo intemporal, cifra de todos los gozos terrestres, que estuvieran al alcance”. En esta idea encontramos dos cuestiones clave en la poética de Cernuda: la música y la carnalidad, la expresión lírica del deseo. El intento de objetivar la experiencia propia —de no detenerse en la vivencia o la anécdota— que caracteriza a Cernuda es muy evidente en este poema. Si bien, en los poemas en prosa, Cernuda suele dar un poco más de cabida a la experiencia personal, “El acorde” se nos presenta en términos muy abstractos. La única vinculación explícita con la vivencia del poeta está precisamente en esa imagen del niño (él mismo) que escucha música. Pero incluso esta imagen se nos describe desde la distancia, como si hablara de un sujeto ajeno a él mismo. Por lo demás, se emplea la segunda persona —recurso común a muchos de sus poemas en prosa—, pero con frecuencia el poema se mantiene en el territorio de la reflexión abstracta, sin dirigirse a nadie en concreto. Finalmente, encontramos en “El acorde” ciertos elementos estilísticos que se corresponden con el lenguaje lírico, y que nos permiten diferenciar la pieza frente a un texto de otro género, como las estructuras paralelísticas (“Mírale: de niño, sentado a solas y quieto, escuchando absorto; de grande, sentado a solas y quieto, escuchando absorto” ; “¿un cambio de velocidad? No(…)” / “¿Como si se abriese una puerta? No (…)”. El lirismo que desprende, así como la sensualidad, la delicadeza y —cómo no— la musicalidad de este poema en prosa le convierten en una pequeña joya dentro de Ocnos —por difícil que resulte destacar entre las páginas de esta obra, tan justamente admirada—.
Marta Falagán San Juan