De Nobeles y Mediocres
Estaba pensando, algo que escribió Bukowski. No sé decir un porcentaje, pero sin dudas muchos hay que se sienten escritores. Puedo bajar las escuetas escaleras hacia la calle y toparme con una decena, y como la gran mayoría domina mas de un centenar de palabras, haciendo gala de una pequeña labia escrita cambian de orden y forma oraciones en una repetición de vacío rítmico. Pero vamos, el televisor acaba de repetir, con orgullo exitista que alguien gano el premio Nóbel de la literatura.¿Ganó? ¿Las competencias en la que uno no se anota o decide competir, lo hacen a uno ganador?
Dicen los diarios que es un ganador justo. Puede que si, coincido. Nada más justo que un escritor hecho y derecho, de esas personas que nunca quisieras conocer en tu vida, gane un premio político y ridículo. Para los idiotas.
Pero volviendo a la masa literaria, en la cual me encuentro atrapado. Me da miedo ser uno de ellos. A veces me da miedo. Necesito un trago, hoy no es una buena noche. Imagínate atrapado entre alguien que escribe sobre jueces que no dictan condenas que deberían ser aplicadas exactamente al sentir de su disgusto en la zona digestiva. O alguien que escriba sobre lo que observa en el supermercado, de cómo la sociedad se va al carajo por los ruleros de la señora de a la vuelta. Todo ello tiene una reflexión.
Estoy jodido. Pero observo con la cola del ojo, el llanto emocionado del flamante Nóbel, al enterarse de dicho titulo adquirido. La locutora habla de fondo sigo sin prestarle demasiada atención. Vuelvo a los idiotas de allá fuera que observan al idiota de aquí dentro. Como perros que pasan frente a la casa de otros perros. Entonces mi oído capta algo en los sonidos que emanan del televisor: la versión en dólares el premio Nóbel. Ahora pienso seriamente que debería estudiar mas, empeñarme mas, ser un verdadero escritor y no un infame obrero de la poesía autodidacta. Escucho la cifra y pienso en una hermosa casa en las sierras en una noche de verano, con toda la cerveza que desee, podría revivir al propio Jim Morrison y contratar a The Doors para que den un concierto solo para mí, hundido en un sillón masajeador y una bandeja repleta de aceitunas en salmuera. Y yo también me emociono. Ahora que lo pienso, quizás el viejo que tildan de fascista pensó exactamente lo mismo que yo. Solo espero que no logre revivir a Jim Morrison el muy bastardo.
DCD