EL ENSAYO COMO FORMA DE PENSAR A VENEZUELA
Mariano Picón-Salas, según todos aquellos que han estudiado su vida y producción literaria, “fue siempre, y sobre todo, un ensayista”; toda su actividad creadora estuvo subordinada a la visión, espíritu y tono del ensayista. María Fernanda Palacios, otra ensayista venezolana, dice que “podemos reconocer en Mariano Picón-Salas cómo el ensayista tonifica y subyace en sus trabajos de humanista, de novelista y, ¿por qué no?, de diplomático”. Inferimos con esto que todo aquello que Picón-Salas acarició con su lápiz mágico se impregnó del aroma del ensayo. Después de revisar el estudio de José Luis Gómez-Martínez, Teoría de ensayo, entiendo, como igual lo manifiesta María Fernanda Palacios, que el ensayo es justamente eso, un ensayo, porque no se presenta con la sistematicidad de un tratado, ni con la neutralidad de un informe científico o una obra de divulgación, ni con la autoridad de una teoría o una ley. Ambos estudiosos del ensayo me aclaran que este género es algo discreto, pasajero, de perspectiva limitada, algo subjetivo; que no agota el tema, ni al lector. Es curiosidad, intuición e imaginación más que razón. No es concluyente, es dubitativo. No afirma ni responde, incita e interroga. Picón-Salas dijo que la “fórmula del ensayo (…) sería la de toda la Literatura: tener algo que decir; decirlo de modo que agite la conciencia y despierte la emoción de los hombres, y en lengua tan personal y propia, que ella se bautice a sí misma”. A eso, justamente, dedicó su vida este acucioso intelectual venezolano, a sacudir, estremecer y crear conciencia en el hombre hispanoamericano, particularmente en su coterráneo, mediante su escritura ensayística en la que expone sus reflexiones, ideas y críticas como historiador, sociólogo y pedagogo, sobre el proceso histórico, político, cultural, social y educativo de nuestra nación.Él, como muchos pensadores latinoamericanos, cultiva el ensayo como forma de pensar a América tal como lo hace Simón Bolívar en la Carta de Jamaica, quien finaliza diciendo: “Tales son, señor, las observaciones y pensamientos que tengo el honor de someter a usted para que los rectifique o deseche según su mérito; suplicándole se persuada que me he atrevido a exponerlos, más por no ser descortés, que porque me crea capaz de ilustrar a usted en la materia”. En sus primeros ensayos, escritos en su juventud, Picón-Salas anuncia esa preocupación que lo acompañará toda su vida: el porvenir de Hispanoamérica y su interés por encontrarle solución a los problemas que la han afectado inmediatamente a la independencia, particularmente las guerras civiles y los gobiernos militaristas. Los problemas histórico-culturales de Venezuela e Hispanoamérica en general, transmutados en su literatura en obra de contenido social, son una constante en su escritura, tal como se observa en su libro Comprensión de Venezuela, que si bien se publica en 1949, varios de los ensayos contenidos en dicho texto fueron escritos años anteriores a esta fecha. Picón-Salas, en el prólogo de éste libro dice: “No hay que engañar al país, sino ayudarlo y comprenderlo”. Y precisamente, el primer capítulo que abre las puertas al lector en este volumen, el autor lo titula Comprensión de Venezuela. Diría yo que para Picón-Salas, su escritura, en este caso, tiene como propósito comprender y hacer comprender a Venezuela, debatiendo con la historia —por el “escepticismo que producen los libros de Historia”, como alguna vez dijo— y removiendo las entrañas de las personas, de sus habitantes, tanto de quienes vivieron en la época que a él tocó vivir, así como a nuestros contemporáneos.Éste pensador, como buen ensayista que fue, miró los problemas del pasado y los de su época desde una nueva perspectiva; se los replanteó y los percibió con nuevos ojos; los trató de tal manera que transcendieran, que no caducaran. Es decir, se acercó a cada problema del pasado desde el presente, y abordó a éste pensando en el futuro. Tal vez por esa razón dijo: “Creo que el mayor goce o justificación de toda obra literaria es hablar a ese lector innominado, a ese desconocido hermano o camarada nuestro que pueda compartir nuestra misma angustia y a quien haga cavilar aquella idea (…) que arrojamos a la azarosa merced del viento”. En ese primer capítulo Picón-Salas comienza, como viajero y poeta que también fue, con un paseo por la geografía venezolana, el cual inicia de la siguiente manera: “A un cuero de los Llanos, bastante bien secado al sol de la Zona tórrida, se semeja en los mapas el territorio de Venezuela. El matarife divino (porque en todo inicio está la Teología o la Geología que conduce a lo mismo) al realizar aquella operación de corte, empleó, sin duda, un gastado cuchillo rural, ya que lo que se puede llamar nuestra piel topográfica dista mucho de la simetría y de aquellas exigencias que en las grandes curtiembres se fijan al producto”. De entrada advertimos en la prosa de este ensayista el contenido poético que caracterizará a toda su escritura, ya que para sí mismo el ensayo posee un alto contenido poético y filosófico, mediante el cual se vinculan el mundo de las imágenes y de los conceptos. En este capítulo Picón-Salas apunta su visión de la historia, la cual se opone a la plataforma o esquema conceptual del positivismo, objeta —como diría Gómez-Martínez— “al discurso depositario”, cuya aplicación al análisis de nuestra realidad cuestiona a lo largo de este volumen. Con respecto al siglo XIX dice: “Cierta Sociología naturalista, muy de moda a fines del siglo XIX, nos desacreditó el Trópico como tierra del más langoroso calor, donde se anula y amortigua el impulso del batallar humano”. Y más adelante de este primer capítulo, con relación al siglo XX, manifiesta que: “La Filosofía positivista representada por algunos letrados en los primeros gabinetes de Gómez, erguía contra el liberalismo romántico la tesis del ‘Gendarme necesario’ y la panacea de la Paz”. Mariano Picón-Salas no menciona al autor ni al texto, pero inferimos que se refiere a Cesarismo democrático, de Laureano Vallenilla Lanz, obra de teoría política “al servicio del César con su revestimiento de cientificismo pedante, de mal aplicadas ideas de Taine o de sociólogos de menor cuantía que ya estaban completamente trasnochados o superados en Europa”, expone Picón-Salas. Así lo explica en el capítulo Proceso del pensamiento venezolano. En su ensayo, Picón-Salas se plantea sustituir una historia épica por una historia social. Una de sus preocupaciones radica en encontrar un pensamiento nacional de naturaleza civilista, lógicamente alojado en la mente de héroes civiles no comprometidos con caudillos militares, para regir el destino nacional, la vida de este país, y lograr en él voluntad de creación y progreso colectivo.¿Y en dónde ve él la solución?, pues en la educación. De allí que en su otro ensayo Notas sobre el problema de nuestra cultura, manifieste que “la Educación (…) es un problema (...) de los más serios y delicados que debe afrontar un país en trance de recuperarse, como el nuestro”. Y hace alusión a los tres pensadores y filósofos de la educación más grandes de Latinoamérica, según su criterio: Simón Rodríguez, Andrés Bello y Cecilio Acosta, cuyas ideas, para nuestro pensador, debemos considerar para tal fin, ya que no puede haber una genuina educación sin fundamento filosófico, al cual suma el ingrediente político, necesariamente. No se educa por educar, el Estado educa para enfatizar en la colectividad, mediante la educación, valores, necesidades, tradiciones o formas que considera acordes con su organismo histórico. Eso pensaba Picón-Salas. Para el año en que ya había terminado de urdir su libro Comprensión de Venezuela, 1948, conformado, como ya dije, por ensayos de años anteriores, Rómulo Gallegos es electo presidente de Venezuela por votación popular. Este acontecimiento, probablemente, motivó a Picón-Salas a decir que “¡un humanista toma las riendas de la nación!” Ve en ello el surgimiento de otro país, una Venezuela más civilizada, más moderna. Si bien Gallegos sólo dura menos de un año —febrero-noviembre—, Picón-Salas no se desanima en su empeño de contribuir con su escritura en la construcción de un mejor destino de nuestro país, tomando en cuenta su historia, educación y cultura; preocupación constante en su obra literaria, fundamentalmente en sus ensayos, en los que, como se puede apreciar en Compresión de Venezuela, Mariano Picón-Salas hace uso de un estilo directo, flexible, sobrio, ágil y seguro, en el que emplea también los interrogantes como recurso estilístico expresivo, cargado de entusiasmo poético y enunciados dubitativos, inquisitivos, conjeturales e irónicos, ingredientes propios del ensayo que aparecen relacionados en el libro de José Luis Gómez-Martínez, Teoría del ensayo, el cual me animó a ensayar, a decir algo sobre Picón-Salas, entre palabras propias y prestadas, en función de la difusión de su manera de ver y pensar a Venezuela desde el ensayo.
José Gregorio Noroño Investigador, crítico y escritor