Hablemos de misoginia
Por Verónica Ethel Rocha Martínez
I. Introducción El 13 de noviembre de este año, se publicó en el periódico El Universal un artículo de opinión relacionado con las actitudes de un conductor de televisión hacia su compañera de trabajo, el artículo en cuestión, narra cómo a lo largo del tiempo en que se ha trasmitido el programa, el conductor “…culpó, descalificó, ridiculizó, ofendió, humilló, intimidó y pretendió controlar a su compañera” (Ramírez, 2020). El caso es ideal como preámbulo para referirnos a la misoginia como un aparato de poder sobre las mujeres que involucra una posición de privilegio por parte de los hombres y se sostiene por intimidación, exhibición, desarticulación, sometimiento. Si bien es cierto, las conductas misóginas, forman parte de las prácticas cotidianas y del discurso político, social y religioso; también se muestra en la omisión de las autoridades ante la violencia contra las mujeres, en la falta de apoyo para que ellas puedan acceder a la justicia y en la impunidad con que los casos de feminicidio y ciberacoso suelen ser tratados. La misoginia existe, develar las formas en las que se expresa y daña, visualizar cuando los actos, chistes, formas de pensar se insertan en estos discursos para denigrar mujeres y humillarlas es parte del objetivo de este ensayo. Estas actitudes constituyen un aparato de vigilancia política circunscrito por feministas de Estado (Aguilar, 2020), son mujeres que utilizan el término para atacar a sus adversarios sin por ello demostrar un compromiso o incluso actitudes en apoyo a las mujeres. Cabe agregar que la misoginia, se da particularmente en las sociedades donde estas prácticas son algo cotidiano y normalizado. II. Sexismo El sexismo debe entenderse como una actitud discriminatoria, conlleva tres componentes –afectivo, cognitivo y conductual–, a partir de esta aclaración, es posible ubicar la actitud sexista como la respuesta evaluativa de una persona hacia otra, en razón de pertenecer a uno u otro sexo en tanto ciertas creencias y comportamientos discriminatorios (Ferrer, V.; Bosch, E., 2000). Ferrer y Bosch (2000) analizan el sexismo desde dos posturas, una hostil y otra sutil. Desde la primera perspectiva, hay una actitud paternalista dominadora, desde esa postura las mujeres son vistas como más débiles e inferiores al hombre, por tanto, en relación con sus competencias laborales no poseen características para triunfar y deben quedar relegadas al ámbito privado; aunado a ello, se considera a la mujer peligrosa y manipuladora dado el poder sexual sobre que según ellos ejerce sobre los hombres. La postura sutil o benévola del sexismo considera un paternalismo protector, en tanto, los hombres velan por el bienestar de las mujeres y por sus características positivas que les complementan, pero también, dependen de ellos para cuidar a sus hijos e incluso para satisfacer sus necesidades sexuales. Estas ideas no son extrañas al suceso referido al inicio de este ensayo, tampoco son ajenas a la vida laboral y doméstica, por tanto, el sexismo hostil al menos en un país como México es vigente, actual y realmente está causando escenarios de violencia y el riesgo de la vida de las mujeres. III. Misoginia En su definición más simple, el término misoginia refieren Ferrer y Bosch (2000) tiene que ver con el odio, rechazo, aversión y desprecio hacia la mujer y lo femenino. La misoginia se manifiesta en actitudes muy claras, aunque muchas veces no son evidentes por quienes las sufren debido a un discurso normalizado y una serie de agresiones y creencias inmersas en la cultura, la crianza y la educación recibidas. Sin embargo, la misoginia posee una historia antigua; en el libro Una breve historia de la misoginia (Caballé, 2006), la autora se adentra en los pasajes de la literatura desde la Edad Media hasta el siglo XX para recapitular el pensamiento misógino de escritores y escritoras. Al respecto, Caballé refiere los ideales impuestos a las mujeres en la sociedades a lo largo del tiempo, si en el siglo XVIII, se les consideró aristocráticas, ilustradas y mundanas; su situación empeoró en el siglo XIX, entonces se convirtieron en objetos sumisos, resignados, recatados y domesticados. Así este siglo también genera la abnegación como atributo de lo femenino. Por otro lado, la autora se detiene también en mujeres escritoras con pensamientos misóginos muy claros y contundentes, entonces pregunta al respecto de estas declaraciones son “¿traiciones de género, frivolidades rentables en el mercado mediático o guiños de ironía femenina jugando al equívoco?” (Citado en Suárez, 2007, p.1). Actualmente y como por arte de magia la misoginia importa, el discurso político y mediático se llena de sujetos que practican “un discurso masculino feministamente correcto (Suárez, 2007, p.1)”, cierto es que sus actos los exhiben y en esos casos como ha ocurrido recientemente con el senador Samuel García de Nuevo León (Aguilar, 2020), ni todos sus empeños lo salvan de mostrar un discurso vacío pues sus actos misóginos son visibles ante todos los ángulos y por tanto, transgreden la vida de las mujeres. IV. Violencia de género La violencia de género engloba todo tipo de agresiones ejercidas por los hombres hacia las mujeres (Ferrer, V.; Bosch, E., 2000). Al conmemorar el Día Internacional para la Eliminación de la violencia contra las Mujeres , en México, las cifras son alarmantes a propósito de los actos de violencia ejercidos en contra de las mujeres, ya que de enero a septiembre el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad reporta (Esquivel, 2020): • 704 feminicidios • 2150 mujeres víctimas de homicidio doloso • 43,108 de lesiones dolosas • 163,868 presuntos delitos de violencia familiar La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer (Organización de Naciones Unidas, 1993), se aprobó en la Asamblea General de las Naciones Unidas y es considerado el primer instrumento a nivel internacional que define, acota y señala los aspectos relacionados con la violencia de género, resulta importante atender la definición de este organismo que en su Artículo 2º refiere: “Se entenderá que la violencia contra la mujer abarca los siguientes actos, aunque sin limitarse a ellos: La violencia física, sexual y psicológica que se produzca en la familia, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital y otras prácticas tradicionales que atentan contra la mujer, los actos perpetrados por otros miembros de la familia y la violencia relacionada con la explotación. La violencia física, sexual y psicológica perpetrada dentro de la comunidad en general, inclusive la violación, el abuso sexual, el acoso y la intimidación sexuales en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros lugares, el tráfico de mujeres y la prostitución forzada; y la violencia física, sexual y psicológica perpetrada o tolerada por el Estado donde quiera que ocurra. (Organización de Naciones Unidas, 1993, P. 2)” Diversos investigadores europeos (Faulkner, Stoltemberg, Logen, Nolder y Shooter, 1992) se plantean saber los motivos por los que un agresor de mujeres actúa, el denominador común son hombres que piensan de forma tradicional en relación con la supremacía del hombre sobre la mujer. También buscan mantener el poder en la esfera familiar, de ahí que ven en las mujeres la inferioridad de su condición y por tanto, las cosifican, actúan con ellas manejándolas y controlándolas. Los celos, el aislamiento social, la dependencia económica son actitudes de control y sometimiento frecuentes en la violencia familiar. En relación con las agresiones sexuales, existen diferentes estudios y posturas; algunas de ellas indican una socialización cultural de los roles que hombres y mujeres asumen, de modo que las violaciones son más frecuentes en las sociedades en dónde la violencia interpersonal y la dominación del hombre justifican la posesión, dominio y maltrato a la mujer. Otros autores llevan el análisis al contexto social encontrando que la agresión social refleja la violencia general y se ejerce contra la población vulnerable (Ferrer, V.; Bosch, E., 2000). Otra forma de violencia contra las mujeres es el acoso sexual, frecuente en la vida laboral, se manifiesta con actitudes de intimidación, desmoralización y finalmente es causa del traslado o despido de las mujeres trabajadoras. Desde la perspectiva feminista es un ejercicio de dominación del hombre contra la mujer poniendo énfasis en la subordinación y pertenencia. En el contexto laboral, el acoso acontece con el beneplácito de los subalternos, quienes desde un sadismo particular disfrutan las diferentes formas en el ejercicio del poder y así lograr la subordinación de las mujeres, sobre todo, cuando tal ejercicio ocurre desde la cúpula de la organización, pues en esos casos la violencia social se inserta en la cultura laboral, se normaliza y se ejecuta con acuerdo y tendencia a animar a los miembros de la organización a que realicen este tipo de actitudes. Actitudes como colocar el sistema de enfriamiento en una sala para hacer que el pezón de las mujeres en su blusa se acentúe, colocar motes, generar espacios de difamación hacia las mujeres, vigilarlas y castigarlas económicamente, usar las redes sociales para difamarlas y ridiculizarlas, negarles espacios de trabajo, culpabilizarlas, ejercer control en sus actividades, son parte de actos de hostigamiento frecuentemente asociados al acoso sexual. V. Reflexiones finales acerca de la otra cara de la misoginia Últimamente, en el discurso mediático se alude con frecuencia a las conductas de ciertos actores sociales y políticos y se les tacha de misóginos; no está por demás referirnos a algunas conductas que no siendo violentas se tornan menos detectables, sin embargo, causan un daño psicológico en las víctimas. Algunas de estas conductas son (iProfesional, 2020): • Cosificar a las mujeres implica pensar que solo son valiosas por que representan un objeto de placer, desde este parámetro encontramos un discurso legitimado en múltiples anuncios publicitarios. • Se llama puritanismo selectivo a la actitud de desacreditar a las mujeres por su forma de vestir, en ese sentido, si su atuendo es considerado provocativo se les denigra, critica, hostiga, acosa. • Otra conducta común, es animar a otros hombres para emitir comentarios despectivos o desagradables sobre las mujeres en los espacios públicos y laborales. • También el uso de la violencia, sea física, verbal o simbólica dirigida a las mujeres, inclusive en chistes, canciones y motes. • La criminalización sistemática de las víctimas de violencia machista, consiste en culparlas por lo que les ocurre y de esta forma ocultar la violencia, legitimar el poder, lograr el ajuste de las mujeres a los roles de género imperantes. • Tendencias autoritarias, en este caso se trata de imponer la voluntad masculina en actividades realizadas por mujeres, tanto en entornos laborales como en el hogar tan solo por el placer de ver cómo ellas obedecen. • Rechazar el liderazgo femenino, ocurre tanto en organizaciones como en la vida privada; se manifiesta con conductas de sabotaje y aquellas que minan el liderazgo femenino, como por ejemplo en el ámbito laboral decir de una colega que solo es un ama de casa. • Estigmatizar las decisiones culturales femeninas como bajas, se trata de valorar las elecciones culturales –lecturas, programas de televisión, música– de las mujeres como inferiores. Los comportamientos adquieren relevancia en una sociedad interconectada y globalizada, ya que debido al uso de redes sociales y otras tecnologías estas actitudes también integran prácticas de ciberacoso. Muchas veces desde los entornos laborales y en tanto las relaciones imperantes representen dinámicas de competencia, ellas son calificadas, juzgadas, difamadas, infravaloradas en ambientes jerárquicos y aún cuando aportan y realizan un trabajo honesto y comprometido, este se devalúa e invisibiliza. Bibliografía Aguilar, P. (2020). Misoginia, grilla y otros feminismos. Este país . Caballé, A. (2006). Una breve historia de la misoginia. Antología y crítica. Barcelona: Lumen. Esquivel, Y. (6 de noviembre de 2020). Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. El Universal . Ferrer, V.; Bosch, E. (2000). Violencia de género y misoginia: reflexiones psicosociales sobre un posible factor explicativo. Papeles del psicólogo , 75, 13-19. iProfesional. (2020). Qué significa la palabra misógino y cómo detectar este tipo de conductas. Organización de Naciones Unidas. (1993). Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer. Obtenido de http://www.ordenjuridico.gob.mx/TratInt/Derechos%20Humanos/INST%2018.pdf Ramírez, P. (13 de noviembre de 2020). Cuando Ackerman se despidió de su programa, y lo salvaron. El Universal . Suárez, M. E. (2007). Huellas de la misoginia. La ventana. Revista de estudios de género , 1.