Giorgio Agamben: El Reino y el Jardín

Giorgio Agamben: El Reino y el Jardín

Sexto piso, Madrid, 2020.

Vuelve, por fortuna lectora, el minucioso profesor Agamben a ofrecernos un viaje lúcido, profundo y documentado en este libro donde, como en cada uno de sus anteriores según su modo de hacer, se expone una invitación a pensar en lo aparentemente pequeño, en los detalles –tanto de la palabra bien elegida como en su trascendente significado- para mostrarnos un ejercicio de especulación acerca del pensar en aquella materia trascendente, de vinculo espiritual –real e intelectual- de que estamos hechos y, en la ofrenda de este viaje, a sugerirnos el pensar lo que nos constituye con ya como realidad, sino como esa especulación vivida, incluso como sueño. Su discurso siempre equivale a un río de agua limpia y necesaria que sacia la sed de aquel que mira, también, hacia adentro, y en ocasiones está posibilitado por sonreír por lo bello de cuanto, aún siendo pequeño, nos nutre y compone: “El ejercicio de nuestra virtud, que es la felicidad de la que el paraíso terreno es la figura, coincide con el ‘uso de la cosa amada’ –es, por lo tanto, esencialmente, un acto de amor. Por ello, a quien Dante encuentra en el paraíso terrenal es a una mujer enamorada: por ello Matelda, que es la cifra de la felicidad edénica, tiene una relación con el amor. Y el poeta debe atravesar nuevamente en la ‘divina floresta’ la experiencia amorosa en cuya ‘selva oscura’ se había perdido al inicio” El objeto de pensamiento es la significación espiritualizada del paraíso. Oh, Dante es humano! Qué descanso –lo sabíamos ya por la inigualable Beatrice-, a sabiendas, a pesar, de todas las esencialidades espirituales que le solemos atribuir de un modo inconsciente, casi simpático. Es así, pues, que “Dante no se limita a indicarnos que el paraíso terrenal es la figura de la beatitud terrenal. Por boca de Matelda instituye una singular correspondencia entre el Jardín del Génesis y la edad de oro cantada por los poetas paganos” Y leemos a continuación esa expresión de lo más sugerente, evocadora y literariamente sugerente: “Según el ‘corolario’ que la mujer enamorada agrega a sus explicaciones sobre la geografía del paraíso, ‘aquellos que antiguamente poetaron/ la edad de oro y su estado feliz,/ quizá soñaron en el Parnaso este lugar” Como quiera que, en todo momento, Agamben es un autor que ‘piensa en Ontología’, el hombre centra en todo momento el destino de sus intereses especulativos –sea cual fuere el tema abordado para su análisis, desde el etéreo de los significados múltiples de las ninfas hasta el de la forma de interpretar la santidad- y es así que volverá en otro pasaje sobre el valor y ‘contenido’ interior humano cuando escribe: “ya Odón de Cambrai había definido al hombre como una persona en dos substancias, con respecto al creador, que tiene más personas en una sola sustancia: ‘El hombre consiste en un alma y un cuerpo El alma asume el cuerpo en la persona, así que hay una doble sustancia en una persona. Esto distingue a la criatura del creador, porque el creador tiene más personas en una sustancia, lo que no ocurre en la criatura. La criatura tiene una persona en dos sustancias” Expone así Agamben, argumentada más adelante la dicotomía que aborda el título del libro y a la vez, por tratarse de Dante como aludido, habrá una consideración necesaria acerca de la libertad, concluyendo: “entonces el paraíso terrenal es el lugar de una profecía que concierne de alguna forma al tema de toda la obra: la libertad del hombre” Continuando con el código simbólico que embebe en tantos pasajes este ensayo, cabría pues señalar (con ese referente de Dante como intérprete de fondo) que “La ‘divina floresta espesa y viva’ es, para el poeta florentino, una profecía que concierne a la posible salvación del hombre per arbitrii libertatem, hasta alcanzar aquí y ahora la beatitud, que consiste ‘en el uso de la cosa máximamente amada” El Jardín, el paraíso como elección, como libertad. Luego vendría el contenido explicativo de los textos sagrados con su didáctica. Expuesto como una lógica diríase: “Si sólo el Reino puede dar acceso al Jardín, sólo el Jardín permite pensar el Reino” La promesa trascendente, ¿la especulación redentora?

Ricardo Martínez https://ricardomartinez-conde.es

 

 

 


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