Ultraje
Karina Vanesa Teruel
Ultraje: ¿qué queda cuando no queda nada? Un anciano asesina de cinco tiros a un hombre. Inmediatamente después, se entrega a la policía y comienza el proceso judicial al que debe ser sometido. El argumento de Ultraje, la novela de Henry Denker, parece sencillo, concreto y de obvio veredicto. Sin embargo, basta levantar la vista para entender que, aún al terminar el libro, seguimos leyéndolo. Leí esta obra por vez primera a mis 15 años, y la releí a los 31. Sentí la misma impotencia, empatía y dolor que en la adolescencia. Esa idea de que de grandes encontraríamos más sentido en una relectura, fue descartada; solo descubrí más frustración. Es que esta pieza publicada en 1982 tiene, lamentablemente, un brillo de actualidad, que atraviesa a cualquier ciudadano. La novela nos presenta un debate interesante: la necesidad de cuestionar al sistema judicial.¿Será acaso que porque el hombre es un lobo para el hombre necesita de leyes? ¿Será la anterior una pregunta absurda? Pues, si el mismo lobo que comete el crimen dicta las leyes, nada bueno puede surgir de eso. El protagonista es un señor, Denis Riordan de 65 años, casado, con 3 hijos. Trabajó toda su vida ininterrumpidamente y resignó sus propios placeres en pos de las necesidades de su familia.¿Cuántos lectores nos sentimos identificados hasta aquí? Probablemente muchos. Su hija Agnes Riordan, estudiante de Derecho, es hallada muerta: tras haber sufrido robo y luego de haber sido violada por Cletus Jhonson. Ese es el hombre a quien Riordan matará tomando justicia por mano propia, porque el juez que lo había juzgado por su delito, decidió dejarlo en libertad. Y acá la novela empieza a estrujarnos las tripas, quizá porque sabemos que tiene menos de ficción que de realidad. Quizá, porque hemos sido testigos de que hay muchos Cletus que salen impunes y muchos Riordan que son declarados culpables. Porque la justicia es así: injusta. Henry Denker fue abogado y falleció a los 99 años. Esto significa mucho. Da cuenta por un lado, de que conocía bien la ley y, por el otro, de que sabía qué se siente dedicar la vida a la familia y aprender del paso de los años a la hora de decodificar el mundo. Denker intentará enseñarnos a través de personajes muy bien elaborados y de un texto exquisito del que es imposible escapar, los pormenores de las leyes y cómo, aún cuando toda la evidencia diga que alguien es culpable, los vericuetos legales pueden hacer que sea absuelto y puesto el libertad, declarado inocente. Es decir, nos mostrará cómo la justicia acaba por ultrajar el último grano de esperanza que un familiar de víctima puede esperar. Esta es quizá la realidad que nos atraviesa cuando vemos crímenes televisados y familias destrozadas sin recibir su justicia a tiempo. Sucede algo curioso. Cuando Riordan decide tomar justicia por mano propia porque el asesino de su hija es liberado, a él también, el sistema, comprendiendo el contexto, le ofrece todas las posibilidades de salir en libertad, de reducir la pena a menos tiempo, de declarar insanía y un sinfín de oportunidades en donde importa más la retórica que la moral. Cuando el lector comprende que Riordan no quiere privilegios y que rechaza visceralmente las deferencias que tuvo la justicia para con el asesino de su hija, observa que es un gran llamado de atención a intentar sentir de qué es capaz un hombre solo por lograr que el sistema funcione y nos proteja como ciudadanos. Y parece que es mucho pedir.¿Por qué las leyes dejan fuera a un criminal con antecedentes que ha vuelto a cometer el crimen? ¿Por obligar a la policía a hacer las cosas bajo “protocolo” se termina dejando desprotegido al ciudadano? ¿Por qué una persona inocente debe verse expuesta de este modo? Vulnerable a perderlo todo, a caer en la cuenta de que la justicia por mano propia no le devuelve nada, Riordan se declara culpable. Y así, exige no ser absuelto y puesto en libertad como sí lo fue Cletus, ruega tener un juicio justo, del que se eximió a Johnson aún siendo culpable por toda evidencia. Henry Denker pinta con mucha crudeza el funcionamiento de las leyes, de los jueces, la visión sanguinaria de unos medios de comunicación que tienen poco interés por informar y mucho por opinar y vender una noticia que no sabemos cuánto tiene de real. Es que la obra nos muestra cómo estos temas sociales controversiales sacuden a la opinión pública y cómo a veces, lejos de instalar el pensamiento crítico y el trabajo responsable, la espectacularización de la política se encuentra más interesada en el marketing que en resolver los casos justamente. A pesar de que asoman varias aristas y múltiples personajes, lo perfectamente logrado, lo inolvidable de esta historia, es Denis Riordan: un hombre que hace tambalear a la justicia para que comience a funcionar como tal. El lector sentirá intriga por un jurado que se ve envuelto en grandes contradicciones. Tiene que decidir sobre el futuro de la vida de un hombre frente al cual, en su lugar, admiten que hubieran hecho exactamente lo mismo. Y un hombre que nunca hubiera pensado en matar si hubiera existido justicia sobre Cletus Johnson. El hecho es concreto: Riordan mató a sangre fría y consciente de su crimen, pero su objetivo, además de hacer justicia por su hija, era sacudir al sistema judicial, al jurado y lograr que todos se pregunten si es viable un país donde el criminal sale por la puerta giratoria gracias a la letra chica y a las circunstancias excepcionales.¿Logra Riordan que se admita el tremendo error que cometió la justicia al liberar a Cletus? ¿Le adjudica el jurado la libertad a Riordan? Una libertad que ya no recuperará pues todo se lo quitó un asesino cuya impunidad le permitió reincidir sin ninguna consecuencia legal.¿O Denker nos muestra que todo sigue siendo igual y por más tambaleo su accionar fue en vano? Ultraje es una obra que nos interpela como ciudadanos a repensarnos como seres sociales. Nos invita a entender todo lo que podemos modificar desde nuestro lugar, lo que lograríamos prevenir, transformar y evitar. Como dice Flannery O´Connor, “la injusticia, más que venganza, reclama narración”. Denker pone esta frase al servicio del lector y, cuando leamos la última página y levantemos la vista, finalmente quizá, la habremos comprendido.