El tiempo así
“El tiempo así” es un libro muy singular del escritor Ricardo Martínez-Conde. Un libro para leer con tranquilidad y sin pretensiones, como dice el protagonista del relato “El espejo y la sombra”: “me seduce lo inútil”, quizá leer libros así no traiga más beneficio que el reencuentro con la buena literatura, aquella que expresa los sentimientos de las personas de manera pausada y razonada. Algo insólito en el panorama literario actual donde predomina la acción y la peripecia."El tiempo así" está dividido en dos partes. La primera de ella lo ocupa “El espejo y la sombra”, más que un relato es una nouvelle al estilo francés. El texto ocupa más de la mitad del libro. El juego que emprende el autor galaico en él se basa en un diario que el protagonista deja a su novia después de fallecer. El diario se va desarrollando como la cuenta atrás del despegue de un cohete espacial o de un calendario del que vamos arrancando hoja tras hoja. Doce… nueve… seis… tres… dos… uno… En esa larga marcha atrás, el protagonista va desvelando pasajes de su vida, de su forma de enfrentarse a ella y del romance que mantuvo con su pareja, fotógrafa de profesión y que conoció en una manifestación, a quién deja su más preciado tesoro: su diario. No deja de ser una historia de amor, que el autor narra de forma lenta y milimétrica. El protagonista, todo un filósofo de la vida, explica su forma de ver la vida en unas páginas llenas de sentimiento. “No hay que hacer nada, y hacerlo muy despacio”, escribe en su diario. Es eso, precisamente, lo que hace el protagonista.Él es un observador, ella es una persona de acción.Él contempla con pasión el mar, las montañas y los paisajes, en general; como un observador lejano y distante que no quiere interactuar con lo que ve e, incluso, con lo que vive. Ella se decanta por el trabajo y la profesionalidad.Él prefiere la soledad, que no deja de ser un camino hacia la libertad. Escoge esa soledad para dejar a su pareja libertad absoluta de acción. Y ella prefiere compartir la vida y las experiencias. La lectura de ese diario, no deja indiferente a la fotógrafa y, tampoco, al lector, ya que hace a ambos enfrentarse con la propia vida. La segunda parte del libro está compuesta por 17 relatos de diferentes dimensiones. Unos casi microrrelatos, otros más largos y trabajados. En los cortos, el escritor se fija en múltiples escenas de la vida cotidiana: una carta, un ruido, un aparato de radio, etc. Son escenas que todos vivimos casi de manera automática sin hacernos conscientes de lo que realmente vivimos. En algunos de sus cuentos nos lleva a parajes queridos por el autor, como Florencia u Oriente. Es, precisamente, en estos últimos donde Ricardo Martínez-Conde despliega su prosa más barroca y magnética. Si tuviese que escoger un solo relato del libro, me quedaría con “El constructor de mezquitas”, en él expande el sortilegio de su literatura, donde hace que nos reencontremos con el mundo de las mil y una noches, donde lo mágico se une con la belleza. Otros relatos como “El protocolo” o “Las hilanderas” van por el mismo camino y son donde el escritor encuentra su estilo más atractivo, como un encantador de serpientes consigue seducir al lector con unas historias que se salen de lo común y que hacen que veamos la vida y la literatura de otra manera.
JAVIER VELASCO OLIAGA