Ante los tres peldaños, de Encarna Fontanet
A la amiga y poetisa castellonense Encarna Fontanet la conozco y trato desde aquellas tertulias barcelonesas realizadas en casa del maestro de poetas José Jurado Morales, de tan buena memoria. Hasta hace muy poco fue compañera de premios y jurados, recitales y presentaciones. Yo mismo tuve el honor y privilegio de presentar algunos de sus siempre exquisitos poemarios, Amaranto, En mitad del ahora, Cuando la lluvia quema... y hasta llegué a prologar un libro que Encarna escribió para acercar la poesía a los estudiantes titulado Desde oscuros limos. Pues bien, ahora me toca hablar del último de sus libros, Ante los tres peldaños, que mereció el premio de Poesía Almedina de 2011 (Encarna Fontanet cuenta en su haber con numerosos galardones y reconocimientos), que la Fundación Al-Aissiya acaba de publicar en una edición torpe y apresurada que desmerece la exquisita poesía que contiene. Y como lo que interesa siempre del libro es su contenido a él voy. Por lo que yo he visto, Ante los tres peldaños es sin duda el libro más místico y profundo de la autora. Desde la métrica a los recursos expresivos empleados, pasando por los temas que una y otros visten con una precisión inigualable, todo en el libro es elaborado y de la más alta calidad. No en balde el número de poemas es el mágico 90, múltiple de 3, presente en el titulo del libro, así como el número de los versos que componen dichos poemas, que van desde ese único verso que forma el magistral poema de la página 73: "Hacia Ti, en Ti, recorro mi sendero", hasta los dieciséis de la página 13 del poema que canta su querida tierra de Liendo. Poemas formados por versos de sílabas impares, desde trisílabos a alejandrinos, aunque los más empleados son los heptasílabos y endecasílabos, cuya combinación da lugar a eufónicas composiciones donde las haya y que tan sabiamente emplearon nuestros mejores poetas (Garcilaso, fray Luis de León, san Juan de la Cruz, Bécquer, Antonio Machado y un largo etcétera). Si la métrica es impecable, los recursos estilísticos empleados no le van a la zaga. Desde aliteraciones y juegos fonéticos oportunos ("en el íntimo instante, / el tiempo...") a adjetivaciones nuevas y valientes ("soles mediterráneos", "cantábricas nubes") , pasando por antítesis muy logradas ("fragor de inconstantes azules / en el azul constante del silencio"), sin olvidar las eficaces elipsis de verbos o construcciones de participio, tan abundantes en la poesía concentrada de Encarna ("perdidas las canciones de mi infancia", "desvanecidas todas las distancias"...), etcétera. Ante los tres peldaños es un poemario donde se juntan sabiamente el mundo de lo real y el mundo trascendente. Por un lado, la vida personal de la autora, con sus estados de ánimo, soledad, desaliento, desesperanza, ensimismamiento, melancolía, evocación de la infancia..., y sus relaciones, unas veces con los elementos naturales que la rodean, paisajes, flores, puentes, noches, estaciones, tiempos..., y otras con los seres más queridos, el padre, la madre..., para acabar en la relación más íntima y espiritual con Dios, ese Tú cercano que "buscamos sin saber dónde, fuera de nosotros." Y por otro, el mundo trascendente, que late entre las sombras del camino místico que ha emprendido la autora.¡Qué bien ha leído la Biblia, al mejor Dante y sobre todo a nuestro más excelso poeta místico san Juan de la Cruz y su Noche oscura del Alma! Estos iluminados versos de Encarna Fontanet la ayudan a subir esa escala oculta, a superar la noche más oscura de la eterna búsqueda de la esencia personal, escala y noche que llevan siempre a la luz más alta. Para atravesar tantas tinieblas se vale del recuerdo y el apoyo de sus seres más queridos, especialmente la madre."Tan sólo espero que la noche séptima de la séptima luna nos sea favorable. Mi mano en tu mano de nuevo.""Volveré a ti, tan segura en mi noche tu impalpable presencia que en el yermo sombrío serás mi toda luz." Como Dante, recorre las "inhóspitas cimas" de su solitario y doloroso camino, dejando atrás el orgullo, la envidia, la ira, la avaricia. Como san Juan, al final de la ardua ascensión, encuentra las dulces azucenas "que en el último tramo de amargura candente, agostarán el lujurioso fuego." Y ante ella se alzan seguras "las llamas de la hoguera inextinguible, llamas de vivo amor, de muerte nunca." Por todo ello y mucho más que descubrirán los lectores en las páginas del poemario, Ante los tres peldaños es un libro sincero y exquisito que contiene los cinco rasgos que, según decía Lamartine, debe reunir un perfecto libro de poesía: ideas para la inteligencia, sentimientos para el corazón, imágenes para la vista y música para el oído.
Esteban Conde Choya