Psicólogos, psiquiatras y otros enfermos, de Rodrigo Muñoz Avia
“Antes de ir al psiquiatra yo era un hombre feliz. Ahora soy disléxico, obsesivo y tengo [miedo] a la muerte […]”. Rodrigo Montalvo es un hombre tranquilo y feliz. Hasta que un día acude al psiquiatra. Y desde ese momento, se da cuenta de que no es feliz, de que la felicidad es tan sólo una convención social, inventada por los humanos para hacer más llevadera esta existencia llena de materialismo y superficialidad. Y es entonces cuando comienza a preguntarse más cosas de las que le gustaría a una persona con una vida como la suya, sencilla y sin altibajos, sobre la felicidad, sobre la muerte, sobre la existencia… Y descubre que aquella felicidad que dejó atrás es imposible de recuperar, porque ha traspasado el umbral de la percepción superficial. Y a medida que intenta volver a su antiguo estado de semicatalepsia mental, va saltando de un psiquiatra a otro, y con cada salto, su angustia vital va en aumento y más lejos está aquella antigua felicidad. A lo largo de la novela, el protagonista descubre que los psiquiatras, los psicólogos, los filósofos… son seres colmados de infelicidad, que no pueden dejar descansar la mente ni por un instante, lo que provoca que en lugar de sanar a los pacientes les contagien su inestabilidad mental. Los juegos léxicos que utiliza Rodrigo Muñoz, ya que como el protagonista (que, curiosamente también se llama Rodrigo), es parafásico (entre otras muchas cosas) utiliza las palabras al revés, son magníficos, pero pierden gran parte de su encanto al rectificarlas y repetirlas correctamente. El juego con las palabras ya causa de la parafasia es estupendo y los lectores no somos estúpidos, la rectificación que nos da después para explicarnos el juego y podamos comprenderlo está de más.
Cristina Rodrigo Marí