Wilt, de Tom Sharpe
Wilt, un ser humano que parece más perdido de lo que lo estamos todos buscando nuestro lugar en el mundo, lleva una vida anodina como profesor de una escuela de artes y oficios, en la que le corresponde la ingrata tarea de enseñar literatura a alumnos que no sienten el más mínimo interés por leer, ya que los aprendices de carnicero, de fontanero o de electricista son bastante refractarios… Podría creerse que las obvias frustraciones que le causa su profesión están contrapesadas por las alegrías de su vida privada. Lejos de ser así, su matrimonio con Eva es otro de los aspectos decadentes de la vida de nuestro protagonista, ya que se trata de una mujer hiperactiva, obsesionada por una cosa nueva cada día. El único momento del día del que disfruta enteramente Wilt es cuando saca a pasear al perro, o más bien cuando el perro lo saca a él; mejor dicho, cuando la mujer los manda a salir a los dos… Un día, Eva conoce a los Pringsheim, una original pareja americana de ideas liberales, quienes invitarán al matrimonio Wilt a una fiesta. En ella se producen algunos “pequeños” incidentes, y en el más crucial de todos ellos aparece Judy, una muñeca hinchable, que jugará un cierto papel en la historia. Wilt abandona el lugar, dejando allí a Eva y se marcha a dar una vuelta. Al llegar a casa, encuentra una nota de su esposa, en la que le comunica que se va de viaje con los Pringsheim. Como se ha acabado el papel higiénico, la emplea para el uso que se le suele dar al mismo, arrojándola después al inodoro. Y aquí empiezan sus problemas. Eva ha desaparecido, pero él no puede demostrar que está con los Pringsheim. A partir de este momento, la historia se desarrollará con más escenas surrealistas, regadas con toques de humor ácido, y relatadas desde un punto de vista hilarante.En definitiva, se trata de una entretenida, disparatada y salvajemente cómica novela desarrollada a partir de innumerables sinsentidos y casualidades que llevarán a las situaciones más grotescas al desgraciado protagonista. ADVERTENCIA: no es recomendable leerlo en lugares públicos, porque nos hemos vuelto tan raros que ver reír a la gente llama la atención.
Cristina Rodrigo Marí