“New York no es el cielo”, del poeta colombiano Manuel Tiberio Bermúdez

Ed. Tipografía Amaya, Caicedonia, Valle, Colombia, 2017, 106 páginas. ISBN 978-958-48-2155-3.

Siento un particular aprecio por el tipo de poesía que nos brinda el autor en su poemario “New York no es el cielo”, donde la sonoridad de la lengua es la que empleamos en América Latina y que en su obra adquiere una relevancia particular y encuentra uno de sus mejores ejemplos. No precisa Manuel Tiberio abusar de las posibilidades de la metáfora, de la potencia de las imágenes (recurso que otros convierten en la única riqueza de sus textos) para expresar aquello que siente y recuerda, las instancias y los rincones de una vida plena de sensibilidad. Es la suya, sin embargo, una escritura que se aparta de cualquier sentimentalismo e inclusive es bien capaz de manifestarse mediante el buen uso del sarcasmo y la ironía, en aquellos episodios en que tales formas son las mejores vías para transmitir algún aspecto con todavía mayor intensidad. El lenguaje empleado por Manuel Tiberio Bermúdez en “Nueva York no es el cielo”, no por resultar directo y hondo, deja de apelar por ello a las sutilezas y la maestría que implica en nuestro idioma la alusión indirecta, un templado mecanismo que opera por elusión para dejar mejor sentado aquello a lo que se refiere. Y aquello a lo que se refiere la poesía de Manuel Tiberio Bermúdez es lo que hemos encontrado infinitas veces en los buenos libros que hemos leído, esos escritos con sincera paciencia, bordando verso tras verso el gobelino entero del alma humana, de sus pasiones y sublimidades, de sus caídas y alturas, así como de todos los rangos medios que, en definitiva, completan la imagen genuina de lo que somos. Estos pequeños milagros reunidos por Bermúdez bajo un título común, son capaces de producir en el lector una identificación paulatina, un efecto que se acentúa página tras página. Sucede que su discurso poético, directo y potente, sin medias tintas, le posibilita llegar acabadamente hasta la sensibilidad de quien lo lee. Es entonces que comprendemos que hay circunstancias y sentimientos que no son patrimonio exclusivo de un solo hombre, sino propios de todos nosotros, por semejanza o hasta por igualdad sensible. Este poemario puede ser entendido como un texto de trayecto, de viaje y aprendizaje, una suerte de Bildungsroman, pero en verso; aunque reducir su imagen a lo anterior sería hacerle una justicia incompleta al volumen. Sin duda, podría el poeta no haberse movido jamás de su lugar de origen y de todas maneras, haber escrito lo que contiene este libro. Ello, porque “Nueva York…” también se refiere a una travesía interior, la de un autor que navega entre recuerdos, vivencias y asociaciones con el pretérito, buscándose siempre y encontrándose a sí mismo la mayoría de las veces. Aunque Bermúdez demuestra saber siempre que lo importante no es ese encuentro, sino el mismo desplazamiento. Una invitación a realizar una viaje quizás inmóvil es “Nueva York no es el cielo”, valga la paradoja, y desde luego que vale la pena aceptar tal convite.

Luis Benítez


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