De pasión y tino
De pasión y tino habló en su día Max Weber para referirse a lo sustancial en la labor política. Hoy, a tenor de lo que se va conociendo de las interioridades de la labor política, lo de ‘tino’ parece un atributo exagerado por cuanto impera, y ha imperado más lo grosero –de los intereses, de las intenciones- que no la sutileza y el cálculo afinado en tantas de las decisiones que han venido conformando la realidad de las naciones después de la decisiones de los políticos. Vale, con todo, sin duda, el símil de esa voluntad denodada de taladrar tablas duras –tablas interminables que ayudan a mantener la pasión por taladrar- para referir tantos hitos como el autor, Kluge, trata de señalar en este denso y expositivo y didáctico libro a propósito de cuál ha sido la labor de los distintos políticos que en el mundo han sido y cuyas decisiones han ido conformando la realidad que vivimos (o nos vive) España, por cierto, sería un trágico –folletinesco?- ejemplo del desacierto en tantos sentidos de la conformación de esa realidad; desacierto que se continúa, como no podría ser menos, con verdadera pasión a tenor de las respuestas de la calle, de los afectados. El autor, que en su día ya nos ofreció un título tan expresivo como ‘La huella que deja el diablo’ (y no hablaba expresamente de política) señala en este libro, tan clarificador tanto en el tiempo como en la anécdotas, algunos de los referentes históricos que validan el título y su intencionalidad. Verdaderos hitos de cómo se puede ir sufriendo una realidad real por estar a expensas de los caprichos intencionados de los hombres atareados en esa práctica (tan denostada, y a la que nadie renuncia) que es la política. Escribe Kluge: “Detrás de la frente, con máxima actividad en el medio entre los ojos y el occipucio, se aloja el Zoon Politikon, el animal político. Su elemento, la neurona, es asombrosamente simple y como dice el investigador del cerebro Prof. Dr. Eric Kandel, ‘en el fondo tonta” Y aclara: “Dispone de tres reacciones elementales que repite una y otra vez” A modo de ejemplo podemos extraer algunos hitos de cuanto se ha ido dando a lo largo de nuestra historia como Premisa esencial, como Ejemplo, como Actuación brillante, definiciones todas ellas de fracaso, o engaño. Todo sea, ha de entenderse, en favor de la justificación de los desatinos de los políticos, por ejemplo la actuación de la figura de aquel afamado -luego infamado- general francés: “Sin duda Petain no podía ser calificado como un partidario o heredero de la Gran Revolución Francesa. Su régimen era autoritario. Y sin embargo en el entorno de este adversario de la Revolución estaban presentes sus principios, la centralidad, la singularidad, la legalidad de Francia, y sus emblemas habían sido incorporados a la bandera de la república” Y añade al poco: “Un tropel de juristas acompañó al feje de estado en su evacuación, una comitiva de expertos legales le siguió” La lista de ejemplos ‘edificantes’ en lo grotesco o trágico de los comportamientos es riquísima, y los casos tan singulares como cómicos o patéticos. Quepa reparar en apartados tales como: ‘Caracterización de una burguesa viajera’ (p.183), o ‘Prisioneros del destino’ (p.146), o, algo más próximo en el tiempo, ‘Fundación de una república a raíz de un accidente a setecientos cincuenta metros de profundidad. (p.250) En fin: vale mucho la pena una lectura atenta e intencionada de este libro. Pasen y entiendan.
Ricardo Martínez www.ricardomartinez-conde.es