Martín Almagro-Gorbea: Los celtas. Imaginario, mitos y literatura en España

Almuzara, Córdoba, 2018.             

Diríase que el título responde más a una tendencia relevante en los últimos tiempos (la historia cultural de los pueblos) que no a lo que podría entenderse como un estudio histórico-político acerca de este pueblo viajero, luchador, emprendedor, abierto siempre a nuevos horizontes donde asentar una cultura en la que, sí, el imaginario juega un papel decisivo. Y al decir esto debe entenderse no sólo en un plano teórico como vínculo religioso, como formación idealizada (los druidas), sino también como código de comportamiento y conducta, como razón para un comportamiento perfectamente atenido a la realidad. “Entre los testimonios más importantes sobre poemas míticos dedicados al héroe fundador en Hispania (Niethos-Netón) hay que considerar un teónimo conocido con diversas variantes. Se trata de una divinidad heroica a juzgar por su raíz indoeuropea, ‘nith’, ‘neith’, que significa héroe, guerrero brillante y santo” Todas esas atribuciones, ideales y materiales, convergían en su figura, en su liderazgo genérico.          También ha sido destacado en otro momento el sentido práctico, apegado a la realidad, de este pueblo que, como tal, había de ser guiado por un personaje-icono, y así tenemos referencias a “…el dios Teutates, una de las divinidades más veneradas, al que se hacían los mayores sacrificios y cuyo nombre etimológicamente significa ‘Padre del pueblo” El guía, el conductor.     El asentamiento de este pueblo recio e imaginativo procedente del centro de Europa se asentó fundamentalmente, aprovechando como pasos naturales el curso del Ebro o el paso de Pancorbo, por el norte de España, habiéndose establecido después su relación, tal vez con exageración histórica, un vinculo directo entre los pueblos del noroeste con una rama asentada en las islas británicas. Lo que sí es cierto es que la lírica y la épica de las narraciones procedentes de esta parte de Europa significaron una influencia decisiva en la tradición literaria común, más allá incluso de nuestras fronteras: “Los monjes irlandeses extendieron su actividad por el continente, y manuscritos con ilustraciones y textos celtas llegaron a monasterios de Francia, Suiza, Alemania, Italia y España”                 Piénsese, pues, no solo en un pueblo migrante (uno más) en los primeros siglos de nuestra era, sino en una expansión que, amén de en lo materia, pretendía -por cuanto era portador- una influencia teórica, espiritual (Hay quien ha sostenido, incluso, que ese vínculo en que se apoya la tradición literaria gallega haciendo de los elementos de la naturaleza un interlocutor del humano –‘ondas do mar de Vigo, do meu amigo’- que generó el movimiento universal de la lírica galaico-portuguesa, deriva o está vinculado de algún modo al culto que este pueblo altivo rendía al roble, árbol por excelencia de nuestras tierras del norte donde ellos principalmente se asentaron’       Por fin, hay un largo párrafo de este interesantísimo, premonitorio en el estudio cultural y documentado libro que me atrevo a citar –a pesar de su extensión- por cuanto creo que ejemplifica muy bien el fundamento de una influencia con argumentos precisos: “En sus pequeñas capitales, en ocasiones poco más que una aldea rural, los reyes mantenían un poeta profesional (¿origen de la figura de los goliardos, tal vez?) para cantar sus hechos y glorificar a sus antecesores como sustento ideológico de su poder sobre una sociedad aristocrática y guerrera, no muy distinta en este sentido de las de la Grecia o la Italia preurbana” Y continúa: “Esta literatura era de transmisión oral, usada desde tiempos prehistóricos gracias a los bardos y poetas de las distintas cortes, cuyos relatos ofrecían numerosos elementos míticos para resaltar las relaciones divinas y el poder mágico de los héroes, lo que explica el tradicional carácter fantástico que culmina en la novela medieval caballeresca francesa de Bretaña originaria de estas tradiciones literarias” Más he aquí que “al difundirse el cristianismo tras el Imperio Romano, se extendió la cultura monástica asociada a la escritura, hecho que supuso la aparición de literatura escrita, al ponerse por escrito las principales obras hasta entonces transmitidas por vía oral”               Es curioso hasta que punto un libro histórico bien informado puede seducir como lectura, como vínculo de conocimiento, cual es el caso. Es decir, en la progresión de tal lectura el lector va ganando en interés por un mayor conocimiento, lo que hace buena la recomendación platónica del ejercicio de la curiosidad instructiva, esto es, el bien del conocimiento como un bien por el conocimiento propio. Un libro, pues, de amenísima lectura, de seductora instrucción.

Ricardo Martínez www.ricardomartinez-conde.es

 

 

 

 

 

 

 


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