Antonio Machado (Obra esencial)

Biblioteca Castro, Madrid, 2018         

Podríamos considerar que la palabra del poeta siempre será una palabra esencial, por cuanto su labor literaria reside, principalmente, en hallar la palabra apropiada para el pensamiento, para la emoción, para la participación vital en el ser de la naturaleza, donde el hombre siente y se ubica.                 Ahora bien, dentro de la poesía española, la palabra de Antonio Machado se vuelve más esencial si cabe por cuanto, lo que en un principio fue sobre todo palabra estética, preocupada por el paisaje y su comunicabilidad con el sentimiento de la belleza y armonía en el hombre, los avatares políticos hacia el final de sus días le llevaron, además, a una toma de conciencia social que se tradujeron, en su extensa obra, en pensamientos entre ensayo y aforismo, así como una arraigada toma de postura política a favor de la causa republicana lo que le supondría, a la larga, el exilio en Francia, donde había de morir.                La parte de su obra recogida en ‘Los complementarios’, así como su afamado ‘Juan de Mairena’ dan buena prueba de ello. Desde luego, su ‘Poesía y prosa de la guerra’ deja poco lugar a la duda en cuanto a sus implicaciones políticas.              He aquí, no obstante, que la condición por la que se le recuerda en la literatura española es por su figura como una especie de poeta del pueblo: por su discurso sencillo y hondo, por su preocupación constante no solo por obtener y destacar la belleza y armonía de lo observado, sino por aproximar su punto de mira a aquellas preocupaciones propias del hombre común (la identidad con el paisaje propio, la inextinguible llama del amor) fueron quienes, a la larga, le otorgaron una carta de naturaleza entre el pueblo llano que pocos poetas después han obtenido. Y el hecho de que muchos de sus poemas circulen hoy en canciones es buena prueba de ello.     Su lenguaje nunca se apartó de lo real vivido, de lo más próximo al hombre: “Es una hermosa noche de verano/ Tienen las altas casas/ abiertos los balcones/ del viejo pueblo a la anchurosa plaza (…) En el cénit, la luna, y en la torre,/ la esfera del reloj iluminada” para concluir hacia esa soledad tan añorada y recurrida, un sentimiento que habría de ocupar buena parte de su existencia, al menos como sentimiento: “Yo en este viejo pueblo paseando/ solo, como un fantasma” ¿Quién, qué hombre sencillo y cierto, podría sentirse desligado de un estado de ánimo así? El poeta, de algún modo, supo sentir y pensar como cualquiera de sus coetáneos en una sociedad dura e incierta: “España miserable, ayer dominadora/ envuelta en sus harapos, desprecia cuanto ignora” El conjunto del libro acoge las obras siguientes: Obra poética, Prosas de los apócrifos, Los complementarios, Apuntes y ensayos de crítica y Poesía y prosa de la guerra. La obra, tan amplia y documentada – a todas luces muy representativa-ha sido preparada por el profesor Pedro Cerezo con un amplísimo cuadro de Índices que facilitan y posibilitan una lectura más eficaz y una comprensión más directa de tan extraordinario y fecundo legado.        Un legado del que no suele resaltarse la condición de dolor, un dolor solidario, pues el poeta pensaba y sentía sobre un país, el suyo, que, o bien no le gustaba en su manifestación más inmediata, o bien porque, en ello, era consciente de tanta transformación necesaria –comenzando por una cultura más extensa y crítica, preludio acaso de lo que luego constituyó su largo dolor, su pesar por el futuro: “Desnuda está la tierra/ y el alma aúlla al horizonte pálido/ como loba famélica.¿Qué buscas/ poeta, en el ocaso?/ Amargo caminar, porque el camino/ pesa en el corazón.¡El viento helado/ y la noche que llega, y la amargura/ de la distancia!... En el camino blanco/ algunos yertos árboles negrean/ en los montes lejanos/ hay oro y sangre… El sol murió…¿Qué buscas/ poeta en el ocaso?” No en vano el poeta perteneció a aquella generación doliente que veía desmoronarse lo que un día había sido un imperio (con mucho de absurdo en sí mismo) ahora camino poco menos que de sus cenizas.        De ahí su palabra doliente, su fecunda poesía siempre revisitable.

Ricardo Martínez www.ricardomartinez-conde.es

 

 

 

 


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