Schwob: Vidas imaginarias

Alianza, Madrid, 2017                           

Si las vidas constituyen por sí mismas la esencia del argumento literario (hablar de humanidades equivale a hablar del hombre y sus vicisitudes) las vidas imaginarias constituyen algo así como un escalón más adentro, más alto, de la secreta ceremonia de la literatura.                Los ejemplos son tan ricos como distintos, todos ellos dotados de inteligencia, sensibilidad y una voluntad personal que determina su figura y significación: “Aprendió –escribe Schwob a propósito de la figura del Frate Dolcino, subnominado como Herético- a conocer las cosas santas en la iglesia de Orto San Michele, donde su madre le cogía en brazos para que pudiera tocar con sus manitas las hermosas figuras de cera colgadas ante la Santa Virgen” Apreciemos la claridad descriptiva, la sencillez del lenguaje para crear una sensibilidad personal que va a ser definitoria: “Tres veces al día, al alba, a mediodía y por la noche, veía pasar a dos hermanos de la orden de san Francisco que mendigaban pan y llevaban mendrugos en una cesta. Uno de los monjes era muy viejo: según contaba, fue ordenado por el mismo san Francisco. Prometió al niño que le enseñaría a hablar con los pájaros y con todos los pobres animales del campo”        Es fácil, me parece, dejarse llevar como lector por el claro arrebato de estas palabras que aluden y describen de un modo tan brillante.       Si, continuando por las interioridades de este libro, reparamos en otra figura, la de Khaterine la encajera, podemos leer: “Katherina vestía una blusita de tela cruda y un sayo de color verde. Le chiflaban los atavíos y lo que más odiaba era el rodete, característica que señalaba a las muchachas que no descienden de un noble linaje. Le gustaban las monedas de plata, las antiguas y las modernas, pero sobre todo los escudos de oro. De ahí que se juntara con Casin Cholet, ujier en el Châtelet. Al amparo de su cargo, obtenía un dinero deshonroso” Su sobrenombre –pues todas las figuras aquí ‘invocadas’ lo tienen-, era “muchacha amatoria” A saber de sus otras aventuras.   Y de tantas otras como aquí quedan recogidas dentro de este “compendio fantástico de mágicas evocaciones de personajes históricos, reales unos, célebres otros; quizá inventados aún otros más. Una lectura, a buen seguro, tan viva como atractiva.

Ricardo Martínez www.ricardomartinez-conde.es

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