Sobre la novela Tatuaje Mayor de la escritora cochabambina Gaby Vallejo Canedo
Análisis de lectura por Milagros Sefair ( Buenos Aires- Argentina)
Del dialogo atemporal Desde una estructura singular surge sin güijas y con mucha naturalidad, una conversación posmortem entre nieta y abuela. Las memorias escritas en un cuaderno amarillo mantienen vivo un amor que la finada va hilando invisible en una confesión compinche con Ylonka. Es la nieta quien en principio busca la comparación sin darse cuenta que el manuscrito “300 páginas” va unificando ambas generaciones, la de los años 50 y la del 2000. En ese tránsito de confesiones ambas buscan el consejo de la otra. Son dos adolescentes hablando a la par. Con el amor fresco e inocente que les tatúa la piel y el pensamiento. Dos historias tan prohibidas como apasionadas comparten un mismo cuadro cambiado en su contexto de tiempo y espacio. Las dos protagonistas marcan sus diferencias y en dichas diferencias se muestra un debate abierto que invita al lector a identificarse con la jovencita del ayer o la del hoy. Desde el principio esta complicidad tripartita o cortazeana atrapa y obliga a continuar… Del erotismo sutil Es inesperado que el erotismo que se muestra con mucha sutileza y abundancia, nos llegue con más fuerza del lado de la abuela. Ella es sin duda quien carga con tantos tabúes de su época poniendo en primer plano sus deseos más reprimidos. Ese primer beso que nunca llega aumenta la expectativa de la nieta, capaz de saltearse varias páginas buscándolo. Reclama “abuela, mientras tanto sigues y sigues sin conocer el beso”. Por momentos acusando a su “amiga del 50” de ser lerda y comparando con orgullo un tiempo actual más vertiginoso. De hecho su historia con el pandillero es dinámica. Mientras que un relato avanza y retrocede, el otro se precipita al peligro. Mientras que en uno el peligro es “el beso”, la pérdida de la pureza o el pecado, en la actualidad otras tentaciones adicionan la historia, alcohol, drogas. En ambas la violación aparece como un acecho que pasa de costado e irrumpe definiendo la destrucción absoluta del ser mujer. “Han pisado una florecita”… Es una advertencia cruda y categórica. Del amor prohibido He aquí un paralelo interesante. Si bien ambos amores son tildados de prohibidos en su época, hay que ver qué es lo prohibido en los 50´y qué en el nuevo milenio. Entonces es hora de juzgar a los candidatos, Antonio y Andrés. El primero tiene la desventaja de ser pobre, no puede asegurarle a esta jovencita un futuro sin altibajos económicos. No es prohíbo para la niña que juegue con sus sentimientos, que la haga ponerse celosa, que aparezca o desaparezca, su verdadero pecado es pertenecer a la clase trabajadora sin posibilidades de estudiar para forjarse un futuro próspero. Andrés, un claro amor prohibido, es pandillero, vive situaciones confusas de violencia callejera, fuma yerba… Sin embargo se muestra más noble en su accionar que el anterior. Tiene capacidad de asumir un compromiso con Ylonka y trata de mantener a su amada a resguardo del todo peligro y de toda corrupción. Para este muchachito su amada es una flor pura que debe proteger con todas sus fuerzas. Ella representa la inocencia del mundo y él será su guardián. Sin embargo ambos personajes masculinos se mantienen como “luceros misteriosos” casi hasta el final aportando a la historia un suspenso justo y necesario. “El mundo cerrado se agrietaba para dar paso a una pequeña luz”, afirma Ylonka cuando su amado se revela. Del drama y la poesía La forma vertiginosa con la cual se precipita el final, no hace que este pierda la poesía sino al contrario. Es interesante pero llegando al epilogo se intensifica gracias a la canción Vivo por ella de Andrea Bocelli, que convierte la conclusión en metáfora. Es el amor lo que nos mantiene vivos y mantiene vivo el relato hasta sus últimas consecuencias. El drama neutraliza lo meloso que puede haber en una obra romántica. Gaby Vallejo acciona con maestría la dosificación exacta y arroja a esta novela bien lejos de caer en cursilerías. Unifica dos formas de romanticismo plasmando un estilo narrativo “de letra cuidada” en los manuscritos amarillos de la abuela, desde donde se esperaría un rococó que por suerte no aparece; y otro relatar fresco, contemporáneo y audaz, “acércate a la pared, soy tu domadora”… Otras artes impregnan y recorren el libro, mientras la finada Eugenia rememora desde la letra “Angustia”, su nieta carga una guitarra en la espalda y anida con su chico, artista él también con tatuajes de tres signos que se suman al misterio e inmortalizan el amor. Del punto final Por último, un epílogo sin moralismos ni prejuicios bosquejan una advertencia. La realidad se muestra con toda su crudeza, cada una de las muchachitas elige su destino a sabiendas de hasta dónde quieren llegar con el peligro. La autora, que es también docente, abre un debate donde el lector pueda levantar la mirada de las páginas y reconocer su propia historia. Gaby Vallejo no baja una conclusión dogmática a pesar de lo contundente del mensaje. Abre con mano experta a la construcción de un camino para ejercer la libertad con conciencia.