Andrea Marcolongo: Le lengua de los dioses (nueve razones para amar el griego)
Taurus,Madrid, 2017
He de confesar que me ha retenido especialmente la atención de este libro el apartado donde la joven y brillante autora repara en un referente dialéctico de la literatura que ha ensanchado los límites de esta hasta situaciones insospechadas. Y lo ha vivificado, propiciando creación allí donde ésta podría debilitarse. Es más, aporta al lector un valor añadido en la medida en que su implicación en la escritura literaria podría-habría de responder. Me refiero a un apartado concreto: “Yo, nosotros dos, nosotros. El dual”, un apartado que viene considerado dentro del capítulo o apartado general: ‘Tres géneros, tres números’ y que se acompaña de una brillante cita de Cappello: “Y nosotros somos orilla/ pero siempre a este lado de la isla/ donde se dice yo para decir/ -para ser- nosotros” Esta alusión al carácter múltiple del protagonista creo que recuerda –o podría recordar-, desde luego, aquél ‘Je suis l’autre’ de Rimbaud, más todas las variaciones posteriores en torno a esta unidad múltiple que, literariamente, podría pensarse que somos. Introduce o considera con ello la figura del Otro, un argumento decisivo en todo ejercicio literario, en todo texto. Escribe la autora: “El griego antiguo, gramaticalmente hablando, contaba hasta tres: uno, dos, dos o más”, donde “el dual expresaba una entidad doble, uno más uno formado por dos cosas o personas unidas entre sí por una conexión íntima” Junto a ello:”El dual es al mismo tiempo el número de la alianza y de la exclusión. Dos es también lo contrario de uno: es lo contrario de la soledad. Como si fuera un gran recinto; quien está dentro del número dual sabe que lo está. Quien está fuera, queda de inmediato excluido de él. Dentro o fuera” “Una manera de dar sentido al mundo”, precisa. Y cuyo origen ya estaba “en el sánscrito, y hoy en lituano y eslavo. También las lenguas semíticas presentan el dual, incluso el árabe moderno” Volvamos a su íntima conexión literaria: “Je suis un autre”; o bien, sencillamente: “Je suis autre” Pensemos, también a partir de algún estudioso francés, que la autobiografía no existe, es una construcción, una ficción del yo. De ahí que el argumento está servido, y en ello, en su riqueza dramática o dialéctica, todo lo concerniente al discurso humano que, al expresarse –al exponerse- convoca al lector como una forma de interrogación; le implica, de alguna manera, como otro yo. Otro yo pensante, dialogante. Y sea así a favor de la curiosidad platónica, de la duda, de un futuro abierto a la propia diversidad, la del creador.
Ricardo Martínez
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