El riesgo de nombrarse Stieg

¡Qué sería de la pobre Suecia sin Lisbeth Salander,

esa hacker querida y entrañable!

Vargas Llosa

En la apacible madrugada de Södermaln un personaje insomne teclea compulsivamente en su ordenador portátil. Su nombre: Stieg Larsson. No lejos del apartamento de 25 metros cuadrados sin elevador que comparte con Eva Gabrielsson, dos extrañas criaturas tampoco logran conciliar el sueño: el reportero de la revista Millennium, Mikael Blomkvist, y la habilidosa hacker, Lisbeth Salander. En la pantalla del ordenador que persiste como una ventana a otra dimensión, van surgiendo velozmente cientos de caracteres; en la barra de tareas permanecen minimizados tres documentos en formato Word: Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, y La reina en el palacio de las corrientes de aire. Mikael ordena los papeles del caso Wennerström, mientras Erika Verger duerme desnuda en la habitación contigua, y Lisbeth Salander, acaba de colgar en Hacker Republic, su programa Asphyxia 1.3, bajo el seudónimo de Wasp.

Eso tienen los personajes de Larsson, terminan invadiendo la realidad del lector, colándose a través de los intersticios de su mundo y reclamando un espacio. Escribo estas líneas luego de haber escuchado el crujido de la puerta del piso de Fiskargatan 9, en la última oración de La reina en el palacio de las corrientes de aire, y como vaticinaba Vargas Llosa, comienzo a sentir una sobrecogedora orfandad. No pude esperar a tener impresos, con el sello de la editorial española Destino, los tomos de Millennium, así que me lancé a la aventura de consumir las más de 2000 páginas de la trilogía en la pantalla de mi TFT de 15 pulgadas. Un trabajo tan agotador como el que afrontó Salander para escribir su autobiografía en la pequeña Palm, desde la cama del hospital Sahlgrenska. Mientras iba pasando las páginas con la rueda del mouse, el argumento sísmico de Millennium desplegaba su naturaleza hipnótica, yla vasta galería de personajes calcinaban los campos de mi razonamiento narrativo (¿narratológico?), ese que permite aislar la cizaña del trigo en la cosecha de determinado autor.

No me siento competente para extender la obra de Larsson en mi mesa de disecciones, estaba tan absorto en la lectura que es posible que errores obvios pudieran haber escapado a mi percepción. Si sucumbir ante la vorágine narrativa de determinado texto, es una muestra de fragilidad, entonces confieso que Millennium eliminó la imagen de “lector macho” que me había formado, porque mientras devoraba estos volúmenes, olvidé casi totalmente que yo también me dedicaba al oficio de la literatura, que el espíritu crítico es la principal herramienta del lector especializado, y que existía otra isla fuera de Hedeby, el sitio donde –según aseguraban– había sido asesinada Harriet Vanger. Larsson no se preocupaba por las mudas del nivel de realidad, los vasos comunicantes, la corriente subterránea de sentido, ni la teoría del iceberg, poseía una historia tan asombrosamente buena que se limitaba a contarla, asumiendo (tal vez de forma instintiva) los recursos de los grandes novelistas.

Lo que no podemos evadir en ningún modo,

 es el meticuloso diseño de la red de personajes que viven en los términos de la ficción, y que amenazan con saltar de ella.¿Cómo nacieron estos seres hechizantes, arquetípicos, ultramodernos? ¿De qué hilos tira Larsson para animar las marionetas de Millennium? Stieg, era todo lo voraz que puede ser un lector, creía en el mito borgeano del lector que escribe, y con cada página hojeada iba conformando una especie de balsa para arrojarse resueltamente a las aguas de la novela negra. En ocasiones estaba 16 o 18 horas diarias tecleando en su ordenador, como quien ha cobrado conciencia de que le queda poco tiempo entre los vivos. Con esa pasión escribía, y esa misma pasión ha embrujado a más de 23 millones de lectores en todo el mundo. Larsson conocía los libros de su coterránea Astrid Lindgren, y retomó dos personajes de esta autora, Pippi Calzaslargas y el niño detective Kalle Blomkvist, para crear lo que sería la pareja más asombrosa de la literatura criminal.

Pippi Calzaslargas (Pipa Mediaslargas), el personaje de la Lindgren, es huérfana de madre, y su padre es un pirata, rey de los congoleses. Pippi, vive en una casa llamada en el original sueco Villa Villekulla, en compañía de sus mascotas. Es una niña creativa y rebelde ante los convencionalismos, lleva un vestido cosido a retazos, unos zapatos que le quedan grandes y calza las medias por encima de las rodillas. Resulta característico su cabello rojo, peinado en dos trenzas levantadas como muestra de su manifiesto espíritu de contrariedad. A pesar de que tiene solamente nueve años es la niña más fuerte del mundo, incluso más que cualquier hombre, puede levantar a su caballo con una sola mano. Al lector menos experimentado le resultarán obvias las similitudes entre Pippi y Salander. Agneta Sofía, la madre de Lisbeth, muere  durante su internamiento en Äppelviken, mientras su padre, Alexánder Zalanchenco, es un espía ruso protegido por un oscuro sector de la policía  de seguridad sueca (“La Sección”), un verdadero pirata moderno, incluso con una prótesis en su pierna derecha y parte de la cara desfigurada por terribles quemaduras, el capitán europeo del trafficking de mujeres bálticas.

En las primeras páginas de Los hombres que no amaban a las mujeres se nos presenta a Lisbeth como una chica pálida de una delgadez anoréxica, pelo cortado al cepillo y piercings en la nariz y en las cejas. En el cuello llevaba tatuada una abeja de dos centímetros de largo. También se había hecho dos brazaletes: uno en el bíceps izquierdo y otro en un tobillo. […] Lisbeth era pelirroja, pero se había teñido de negro azabache. Solía dar la impresión de que se acababa de levantar tras haber pasado una semana de orgía con una banda de heavy metal.Este sorprendente modo de introducir a sus personajes es uno de los más notables aciertos de Larsson. Salander es bisexual, y ostenta además una memoria fotográfica y una extraordinaria destreza para los problemas matemáticos, los idiomas, el ajedrez, y la informática; habilidades que constrastan con sus marcadas limitaciones de socialización. Padece el síndrome de Asperger y puede tornarse muy violenta en situaciones extremas, pero sobre todo, Salander odia con todas las fibras de su ser a los hombres que no aman a las mujeres. Sentimiento insuflado por Stieg, quien con apenas 14 años presenció la violación de una chica y se culpaba por no haber podido evitarla. Lisbeth, personaje femenino que ha entrado por derecho propio a la inmortalidad literaria, arrastra el genio investigativo de Larsson, que es también de algún modo la pasión que conduce a Blomkvist a enajenarse del mundo real para sumergirse en las pantanosas aguas de cada proceso.

Kurdo Baksi, amigo de Larsson y uno de los personajes de La reina en el palacio de las corrientes de aire, confiesa que "Stieg era uno de los mejores investigadores del mundo, su conocimiento sobre grupos de ultraderecha era tal que fue llamado a reuniones con Scotland Yard". En otras analogías entre Pippi y Salander, podemos destacar que la casa de esta última tiene un rótulo en la puerta donde puede leerse V. Kulla, y en cuanto a su fuerza descomunal, vasta ojear el pasaje donde la jovencita anoréxica despacha a dos gánsteres del club de motoristas de Svavelsjö, Sonny Nieminen y Magge Lundin; y si aun persistieran dudas, el episodio de la lucha entre Lisbeth y Niedermann, en la fábrica de ladrillos situada en las afueras de Norrtálje, es un clásico mazazo al escepticismo. Larsson retoma a Pippi Calzaslargas, la moderniza, innocula su espíritu en el cuerpo sin vida de Lisbeth, y libera su creación en las calles de Södermaln. Aunque no es menos cierto que Salander se convierte en el astro rector de la trilogía, en torno al cual giran los restantes personajes satélites, Mikael Blomkvist, otro héroe  proveniente de la literatura de Lindgren (Kalle Blomkvist), ayuda a equilibrar el balance genérico de la obra.

Mikael es una suerte de alter ego de Larsson. Un Larsson utópico. El redactor de Millennium, es un auténtico workaholic, obsesionado con pesquisas que inician en el caso de la banda de los Golfos Apandadores, y terminan revolucionando Suecia, cuando se hace pública la existencia de “La Sección”. Stieg, fue uno de los promotores de la Fundación Expo, dedicada a estudiar y cartografiar las tendencias antidemocráticas, de extrema derecha y racistas en la sociedad. También se desarrolló como director de la revista de la Fundación, la que elevará a los planos de la ficción a través de la referida Millennium. Blomkvist, es un habilidoso periodista, capaz de rastrear los temas más peliagudos hasta sus mismos gérmenes y desatar una pandemia mediática, ejerce un extraordinario poder de seducción sobre las mujeres, del cual ni la misma Salander está exenta, y su sentido de justicia lo convierte en un héroe moderno. Mikael es el satélite mayor en la órbita Salander, pero la trilogía abunda en personajes fascinantes, que vulneran los límites de la ficción y entrampan al lector. Cada personaje es en sí mismo un universo de intrincadas selvas sentimentales, que tributa como afluente a la trama principal, y aporta las necesarias subtramas.

Erika Verger, la sensata redactora jefe de Millennium y posteriormente delSvensfya Morgón-Posten, la mujer provocadoramente sensual que mantiene un “matrimonio abierto” con el artista Greger Bekman (que a su vez consiente en las aventuras de su esposa con Mikael, y disfruta de los triángulos amorosos), se verá hacia el final de la trilogía acosada por un stalker y volverá a la redacción de Millennium para aportar su fuerza organizativa en el ultimátum del Club Zalachenko. Miriam Wu (Mimmi), la amante de Lisbeth, que practica kick-boxing profesional y hereda su piso en Lundagatan. Mónica Figuerola, la investigadora fisiculturista, que cede a los encantos de Blomkvist y se deja arrastrar por una relación que es incapaz de contener. Annika Gianinni, la hermana de Mikael, y abogada de Lisbeth, que destroza en el juicio al psiquiatra Peter Teleboriam y al fiscal Richard Ëkstróm, y algunas más que si bien no llegan a cobrar un protagonismo decisivo, derraman su embrujo sobre el lector: Cecilia, Isabella y Harriet Vanger, Suzanne Linder, Malin Ericksson, Sonja Modig, entre otras.

En cuanto a la galería de personajes masculinos, de los cuales ya hemos anticipado a Mikael Blomkvist y a Alexander Zalachenko, podríamos trazar todo un mapa, partiendo del viejo empresario Henrik Vanger, obsesivo ante la desaparición de su sobrina y atormentado por las flores que recibe puntualmente cada aniversario, o Marthin, el asesino de mujeres y jefe del Grupo Vanger, quien tiene su propia cámara de torturas en el sótano y estudia detalladamente a sus víctimas potenciales, sin dudas animadores de la primera novela. Se suman a la pandilla de Larsson, Niljs Bjurman, el corrupto tutor de Lisbeth, que le exige “favores sexuales” a cambio del dinero, que aunque le pertenece a ella, está bajo la custodia del abogado. Ronald Niedermman, el gigante rubio, que sufre de analgesia congénita, un verdadero blindado de la armada alemana, que sin embargo teme a los gnomos del bosque bávaro, y además es medio hermano de Salander. Jan Bublanski, inspector jefe de la Policía de Homicidios de Estocolmo, judío practicante, y así, Gunnar Björck, Fredrik Clinton, Torsten Edklinkth, Evert Gullberg, hasta completar el magnífico círculo de creaciones masculinas que anima la trilogía.

El éxito de Larsson no radica solamente en situar a Salander como la incuestionable protagonista de su obra, sino en la (re)creación de ese mundo sueco donde hasta las tuberías de calefacción se congelan, y la grisura del cielo queda estampada en los espíritus de los habitantes de Millennium. Corrupción, fraude, escándalo político, violencia sexual, homicidios, conspiraciones, parecen ensombrecer el panorama de la trilogía, pero su efecto tiende a acentuar mucho más el desempeño de ese quijote moderno que es Lisbeth Salander, y de su infatigable escudero, Mikael Blomkvist.

Cuando cautivado por el impacto devastador de las novelas sacrifiqué tres noches consecutivas para zamparme las películas basadas en la trilogía, confieso que tuve que humedecerme el rostro para soportar hasta el final una de las peores adaptaciones de obras literarias que había visto en mi escasa experiencia de cinéfilo. Estuve un buen tiempo frente a la larga lista de créditos del último largometraje preguntándome ¿cómo era posible que textos tan endiabladamente buenos, derivaran hacia filmes mutilados, adulterados, en fin, apócrifos (si se me permite el uso de la palabra)? Quizás la culpa de todo recaiga en los herederos del copy right, el padre de Stieg, el viejo sindicalista Earland Larsson, y Joakim, hermano del escritor, los cuales al parecer, luego de haberse embolsillado más de tres millones de euros por concepto de ventas, no están muy claros del argumento que activa los invisibles ejes de Millennium. Eva Gabrielsson, desprotegida por las leyes suecas, quien al no estar casada legalmente con Stieg no ha conseguido lucrar ni una corona, mantiene en el ordenador portátil de su esposo el posible cuarto volumen de Millennium, y como es lógico, se niega a entregarlo a los rapaces herederos. Aunque la novela La venganza de Dios está inacabada, y según Baksi no se trata del cuarto volumen, sino del quinto, el texto cuenta con unas 300 páginas, donde la trama se traslada a escenarios ubicados en Canadá, Francia y México, con personajes reales como Bernard Henri-Levy o Jacques Chirac, con una Lisbeth que ha engordado considerablemente producto de una bulimia, mientras Blomkvist investiga la desaparición de unos DVD que involucran a organizaciones delictivas francesas, suecas y mexicanas, un banquete que tal vez nunca llegue hasta mi mesa de lecturas.

Stieg, continúa tecleando compulsivamente mientras Eva duerme arropada por una manta eléctrica. Aleja un instante las manos del ordenador para extraer el último cigarrillo de las cuatro cajetillas que ha consumido en el día, una chupada y un trago de café.«Voy a ser el escritor más famoso de Suecia» piensa. Mañana cerrará el acuerdo de publicación con la editorial Norstedts. Lisbeth se levanta y va por una manzana, mientras espera la trasmisión de datos desde un servidor en Ámsterdam. Blomkvist, recibe un mensaje “Antes morir que capitular”, sonríe imaginando a Salander. Larsson recuerda la ocasión en que decidió cambiarse el nombre, su Stig de pila, por el menos gastado “Stieg”. Desafortunada elección, el escritor desconocía el terrible riesgo de nombrase “Stieg”.

 Cuando el 9 de noviembre del año 2004 Larsson sufrió el infarto masivo que terminaría con su vida, estaba consciente que había nacido con un don indiscutible, la inmortalidad literaria.

Moisés Mayán (Holguín, 1983) Poeta y narrador. Tiene publicados los libros de poesía Fábula del cazador tardío (Ediciones La Luz, 2007), El monte de los transfigurados (Editorial El Mar y la Montaña, 2008) y Cuando septiembre acabe (Ediciones La Luz, 2010). Labora como especialista en Ediciones Holguín.

 

 


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