FANNY BRAWNE, LA BELLE DAME DE HAMPSTEAD: RESEÑA DE EUGENIO ASENSIO SOLAZ EN SU BLOG "LIBROS Y TAL"
No cabe la menor duda, es una buena noticia. Bien pocas son la editoriales que se atreven a publicar teatro, salvo en lo referente a las que publican obras de autores consagrados, casi siempre, cuando se han convertido en lecturas obligatorias en los programas pedagógicos de centros educativos. La buena noticia no es otra que la publicación de un texto teatral, concretamente, de Ángel Silvelo, «Fanny Brawne, La Belle Dame de Hampstead». Se trata de la primera pieza teatral que publica el sello Playa de Ákaba. Recordemos que, en la misma casa, el mismo autor nos dejó la novela, «Tras los pasos de John Keats». Con esta última obra, y completando el círculo, el foco se ha concentrado sobre la amada del poeta inglés, Fanny Brawne. ¿Cómo ha de ser una pieza teatral? Considero que los géneros marcan unas pautas que, en ocasiones, podemos alterar. En la obra de Ángel Silvelo, hablamos de un texto sin trama, consistente en, a través de las voces de los personajes, lograr que afloren facetas humanas que entroncan con los versos de Keats y con las cartas que, tanto el poeta como su amada, se escribieron. Tres son los personajes fundamentales que ha creado Silvelo: Fanny Brawne, la amada del poeta romántico; John Keats, el poeta; y Joseph Severn, el médico y amigo con el que Keats convivió en sus últimos días en Roma. La obra nos presenta a Fanny, tiempo después de la muerte del poeta, escribiendo una carta a su amado, en la que nos encontramos, además de la honda introspección de la mujer, con quien pretende dejar de ser musa para gritar que es mujer, al tiempo que reafirmar su amor hacia el poeta. En su empeño, las epístolas se convierten en un puente íntimo, como así reconoce de la Belle Dame: «esas cartas son el símbolo de nuestra unión tras tu muerte; una unión sensitiva y simbólica». Si el autor me lo permite, diría que este ha creado una ficción relativa, en la que ha pretendido recrear a unos personajes a través de un lenguaje que nos traslada, no al siglo XIX, sino a la ficción romántica del siglo XIX. Los personajes viven su realidad, pero la viven poetizada. Aquí nos topamos con el riesgo de la obra, que, con total seguridad, el autor conocía; pues, en ciertos momentos, la expresión alcanza una intensidad lírica un tanto elevada, que se suple con la ya conocida autoridad de Silvelo para bucear en el universo de los sentimientos. Entre lo más destacado del texto, podemos decir que se encuentra la actitud de la amada de Keats, queriéndose emancipar del lugar que algunos biógrafos del poeta le han dedicado. En algunas páginas, la mujer reivindica su existencia plena, pues no solo quiso ser la mera musa del poeta inglés. Nos dice ella: «Por fuera todo era distinto, yo fui tu viuda sin serlo, yo fui tu amante despechada por el destino sin corresponderme, yo fui la novicia despojada de la fe más pura y sublime…, yo me quedé sola, sin nada…». Pero esas palabras no demuestran el desapego respecto a Keats. Añade: «Yo no expulsé sangre por mi boca, pero sangré por dentro manantiales de dolor y de pena. Expié mi culpa y añoré nuestra dicha. Quise ser tuya sin poder serlo». La relación entre los dos amantes fue una relación casi adolescente, en la que no se consumó el amor. Si el poeta muere joven, ella, sin morir, queda relegada a un destino, en su medida, cruel. Sin embargo, el consuelo, o la resignación, también se puede encontrar en los versos del amado. Nos dice ella: «Buscándote a ti me negué a mí misma, y tanto busqué, que me perdí en una espiritualidad que emanaba de tu poesía». El amor y la liberación de una mujer, respecto a la dependencia sentimental de su destino, se alternan en la obra. El volumen incluye una oda epílogo del mismo autor, dedicada a John Keats, en la que Silvelo nos vuelve a demostrar, como en el texto teatral, su fervor hacia la relación entre Fanny y el poeta romántico. Es «Fanny Brawne, La Belle Dame de Hampstead» una lectura recomendada para quienes deseen profundizar en el interior del ser humano, y para quienes quieran sumergirse en el universo del Romanticismo. Felicidades, Ángel.
Ángel Silvelo Gabriel