TINTA EN MANO
Una tarde que mi mente dio rienda suelta a la idealización y fantasía contrafáctica, caí en la cuenta de la que hoy sería la premacía de la obra “Cien Años de Soledad” como segundo libro más leído de la historia después de la Biblia. Lo disonante en sí que me resultó la interpretación de tal idea, y el hecho de que toda la fama se la hubiera llevado la familia Buendía, sin que hubiéramos llegado a conocer nunca al Ingenioso Hidalgo, se lo debemos a la habildad y la destreza de quien cambia de izquierdas a derechas, que es algo común desde años inmemoriales. No sólo achacable a intereses particulares y partidistas aplicables a criterios ideológicos, sino a necesidades propiamente anatómicas. - “¡Qué se lo digan a Cervantes!”, pensé. Este hecho pudo haber cambiado radicalmente la historia de la cultura en España y en todo el mundo, de no haberle sido posible al Alcalaíno la adaptación necesaria en el uso de su diestra para escrbir sus creaciones literarias. Tal hecho, demuestra que escribir la historia (literalmente), desde la izquierda puede dar un resultado totalmente dispar a escribirla desde la derecha, que en otro caso, no hubiera llegado siquiera a producirse.
Natalia Arteaga