Poética
Carlos Elío Mendizábal
“La poesía es indispensable, pero me gustaría saber para qué”. Con esta frase, Jean Cocteau, de forma ingeniosa y aparentemente contradictoria, opuso al carácter necesario, esencial de la poesía, el dudoso reconocimiento por parte de una sociedad inmersa en el torbellino de la inmediatez. Necesidad-utilidad son dos términos enfrentados en una dialéctica que únicamente se resuelve cuando el poema conecta con un lector que lo hace suyo. Ante la pregunta ¿para qué la lírica hoy? contesta el filósofo alemán Gadamer: “pregunta innecesaria cuando el poema encuentra el oído del otro”. La poesía se hace y deshace con el transcurrir de los años, la poesía es, según Antonio Machado, “palabra en el tiempo”. Es un mensaje cifrado, mágico, que busca complicidad. Querámoslo o no, de un modo más o menos consciente, todos cultivamos una estética, esta estética es consustancial a nuestra experiencia personal. La experiencia propia, que es experiencia temporal, se vierte desde la memoria en la palabra y ésta busca un destinatario, un posible lector, en quien provocar un impacto, una conmoción estética e intelectual que podrá coincidir o no con la del creador. La poesía es un intento por devolver a la palabra su sentido primigenio, es búsqueda, recuperación del valor de la palabra; en el poema la palabra de uso cotidiano vuelve a poseer su autenticidad. Pero la poesía encierra en sí una curiosa paradoja: expresar lo inexpresable. De este continuo forcejeo por decir lo inefable surge el poema. La poesía se enfrenta al misterio desde lo que María Zambrano denominó “razón poética”, que es “otra razón”, que muchas veces es sinrazón, locura, caos, pero en todo caso un “caos sagrado”. La poesía es palabra y es tiempo, la poesía es experiencia y comunicación, la poesía es armonía de contrarios: un prodigioso equilibrio de luces y sombras, de cadencias y silencios, de memorias y olvidos…