Proletario maldito: El Cartero Bukowskiano
En la década del 50, en los Estados Unidos y casi contemporáneo a la magnánima Generación Beat, fueron apareciendo una pléyade de escritores malditos, urbanos y viscerales, desdichados y corajudos, que tomaron la pluma y vertieron tinta, como eyaculación diamantina, reflejando de la manera más cruda, y hasta vulgar, el mundo que les rodeaba: El realismo sucio. En sus novelas, los alter ego de los autores son caracteres desencantados y misántropos, que se abren paso en la vida, de la manera más desesperanzadora, hacia sus placeres más básicos y mundanos, segregados, dentro de un contexto particular: El establishment, la creciente opulencia y conservadurismo pos-segunda guerra mundial. Dentro de la corriente estética del Realismo Sucio se erigen, como propugnadores, nombres como los de Raymond Carvey (a menudo considerado el padre de dicho movimiento), Tobías Wolff, Ricard Ford, John Fante y, por supuesto, mismísimo Charles Bukowski. El escritor norteamericano de ascendencia alemana alcanzó el éxito y reconocimiento gracias a su novela autobiográfica “El Cartero” (1971). La novela narra las peripecias de su alter ego: Henry Chinaski, el cual está confinado a un trabajo esclavizante como operario de la oficina postal de los Estados Unidos; el episodio data desde 1952, donde empieza su trabajo como cartero, hasta su renuncia definitiva doce años después, donde se dedica específica y únicamente a escribir. En esos años Chinaski, bebedor empedernido, da rienda suelta a sus impulsos sexuales con alguna que otra ocasional mujer con la que se topa, se dedica a apostar en carreras de caballos que le da magníficas retribuciones, renuncia, regresa a trabajar a la oficina de correos, se casa, se divorcia y hasta tiene una hija que le da cierta estabilidad emocional hasta que su mujer lo abandona, junto con su primogénita, y se van a vivir a México. El antihéroe bukoskiano vive flagelado por la monotonía, sin embargo, fascinado por el mar, surgen atisbos de esperanza en él y se imagina dejando el trabajo para irse a vivir a una pequeña casa en la costa. Al final, este, entra en una profunda depresión, que contrarresta con mucho alcohol y se dedica, finalmente, a escribir su ópera prima: “El Cartero”. El estilo particular de Bukowski lo hace el máximo representante del Realismo Sucio, a pesar que este reconoce a John Fante (Pregúntale al polvo) como su gran influencia. El escritor norteamericano concibió una novela mordaz y divertida, la prosa contiene un excelente ritmo y cadencia, las ideas y frases son cortas y fuerte y hasta tajantes. Este describe y retrata magistralmente los personajes y parajes marginales y decadentes de una Estados Unidos heredera de una Generación Beat protestante. Más allá de la prosa, la novela contiene un profundo talante filosófico, puesto que esboza la decadencia y el conocimiento de la condición humana, la imposición de un sentido a la vida y en donde las nefastas peripecias del hombre lo llevan de mal a peor, hasta un punto de tensión donde parece que no hay retorno, lo cual puede llevar al lector a una pozo de reflexión existencialista. El hedonismo y profundo egoísmo del protagonista son dos grandes rasgos a resaltar en el análisis expuesto ya que eso lo condiciona de cara al mundo. En definitiva, “El Cartero”, es una obra hilarante que atrapa, y en donde más de uno podría identificarse, y estos somos los que caminamos al borde del precipicio, siempre.
Mario Eduardo Abad Pinto