Anónimo. Lazarillo de Tormes
Ed. De Antonio Rey Hazas Alianza, Madrid, 2015 2ª ed.
Considero que debería ser motivo de especial celebración la aparición de una edición nueva de esta obra que no solo ha marcado un punto de partida de la novela picaresca española, sino aún el reflejo fiel de una sociedad tan pacata en religiones como tramposa en lo cotidiano como una manera de vivir. Por eso su vigencia pocas veces se halle tan justificada desde la perspectiva social de hoy, donde no solamente el rico es, por ello, el explotador haciendo del poder uno de sus bienes más preciados, sino por la perennidad insistente del pobre, ese elemento que parece ya endémico, trágicamente necesario en una sociedad tan politizada como esencialmente corrupta. Novela publicada a la vez, en 1554, en las ciudades de Medina del Campo, Burgos, Amberes y Alcalá de Henares, deliberadamente ocultó el nombre de su autor a sabiendas de que en su interior se encierra una verdadera denuncia social contra el poder. De ahí que se la considere como el precedente de la novela moderna por su ruptura con los cánones literarios establecidos: “por primera vez era protagonista narrativo un hombre de baja condición moral y humilde clase social, sin que por ello fuera tratado ridícula o burlescamente” Su valor, además de por la exposición de la trama, de una agilidad narrativa sin precedentes y un lenguaje limpio y rico, irónico, muy próximo al decir del hombre común, radica en su osadía de enfrentamiento a los poderes establecidos, que convivían cómodamente justificando unas diferencias sociales degradantes; de hecho, la Iglesia advirtió la denuncia, identificada como poder, no tardando mucho tiempo en prohibir su lectura, lo que afortunadamente no impidió su éxito entre los lectores. Por lo demás, la concepción de la novela como autobiografía, con un antihéroe como protagonista y narrador a la vez, ha devenido con el tiempo en constituirse como paradigma de una denuncia social de la España de su época, corrompida en su interior e hipócrita en su ostentación exterior, dando por ello una falsa imagen de sí propia. Es más, por razón de su año de edición, mediados del siglo XVI, a esta novela se la viene considerando como un precedente brillante de la gran novela moderna por excelencia, el Quijote. El hecho, como ha señalado Américo Castro, de que ‘el anonimato del Lazarillo es solidario de su autobiografía’ le otorga unos visos de verisimilitud que constituyó una verdadera innovación literaria. En su día he propuesto la necesidad de considerar, con el mayor rigor histórico y literario posibles, la condición de la literatura como fuente histórica, y hoy me ratifico en tal pretensión. Leída ‘por de dentro’ la literatura del siglo de Oro español arroja más conocimiento socio-histórico que muchos de los manuales al uso, escritos tal vez al dictado del poder o de intereses no siempre didácticamente justificables. Por cierto, para el libro que nos ocupa, señalar que la labor de anotación del editor es muy precisa y sustanciosa. Por fin, qué decir de la clara vigencia que avala, a día de hoy, a este libro compendio de humor, ingenio, realismo social y prosa muy bien elaborada; ¿acaso no sería ratificable ahora, por muchos, la coplilla que circulaba en la época del Lazarillo y que rezaba algo así: “y el vulgo ya teme en sospechar/ que le pongan gabela por el respirar” Eso, gravarlo todo, hasta el aire que respiramos. Pobre del pobre.
Ricardo Martínez