Joseph Brodsky. Del dolor y la razón
Siruela, Madrid, 2015.
La obra de Brodsky se puede decir que ha constituido un paradigma en lo que hace a la reflexión sobre el ejercicio literario, entendido éste dentro del marco preferente de la poesía. Es más, aún alguna obra que no constituya por sí un ejercicio introspectivo acerca de la materia literaria, lo es por sí en cuanto que la obra de creación constituye un puro discurso de análisis literario conducido por la propia inteligencia e imaginación; estoy pensando, concretamente, en sus textos sobre Venecia, su amada Venecia como tema monográfico de observación-reflexión, un auténtico universal poético. Y en concreto la obra ‘Marcas de agua’ Aquí, en este libro que ahora nos ocupa, lo que se nos presenta son un conjunto de trabajos distintos tanto en el tiempo como en la materia. O, por ampliar el término, distintos por la oportunidad que los ha generado. Para el caso, la conferencia pronunciada en la recepción del premio Nobel, donde la defensa de una lengua originaria, de la palabra como identidad y de la importancia de la obra propia como una ética serían argumentos suficientes para estimular no solo al lector, sino al creador más exigente. Ahí podemos leer fragmentos que son una invitación explícita a un canon de autor, a saber: “Es infrecuente que alguien de mi oficio afirme poseer un modo de pensar sistemático; puede llegar a admitir cierto sistema, que en realidad suele constituir un préstamo de su entorno, del orden social, o de las aficiones filosóficas de su tierna edad (…) El verso crece en verdad –son palabras de Ajmátova- de la basura; y las raíces de la prosa no son más honorables” O bien, “si algo enseña el arte es el carácter privado de la condición humana. El arte, la iniciativa humana más antigua, y más literal, despierta en el ser humano, consciente o inconscientemente, un sentido de unicidad, de individualidad, de separación, que lo convierte, de animal social, en un ‘yo’ independiente” Para concluir: “La lengua y, probablemente, la literatura son más antiguas, inevitables y duraderas que cualquier sistema de organización social” A la vez, también están aquí, para enriquecer el conjunto del discurso implícitamente poético, trabajos como ‘Alter ego’, ‘Leer un libro’ o ‘Del dolor y la razón’ que le da título. Composiciones que siempre aluden al hombre y a lo que sería su soledad sin una lengua asumida, sin un compromiso cívico que pudiera ser la propia pretensión de belleza en el mensaje, o la condición de la literatura hecha conocimiento, hecha diálogo, aunque éste sea de carácter interior, que es donde nace la dialéctica: “Una obra de arte, especialmente una obra literaria, y en concreto un poema, nos invita a una conversación íntima y entabla con cada uno de nosotros una relación directa, sin intermediarios”. Pues sea: leer, vivir
Ricardo Martínez
