José Luis Núñez, un poeta para despertar a Andalucía

Palabras pronunciadas en el Ayuntamiento de Sevilla el 11 de mayo de 2015, en el homenaje al poeta, al cumplirse 35 años de su muerte Arturo del Villar ESTÁ claro, queridos amigos, que soy el único no andaluz de los integrantes de esta mesa, y es posible que de toda la sala, cosa comprensible puesto que nos encontramos en Sevilla. Este dato constatado me permite leer la poesía de José Luis Núñez con el distanciamiento que Bertolt Brecht recomendaba para gustar el teatro. Al no ser andaluz me distancio de la poesía eminentemente andaluza de José Luis, y la leo simplemente como un objeto estético, sin que afecte a mis emociones su contenido expositivo. Se trata de una poesía andaluza en su esencia, debido a que afronta cuestiones relacionadas con Andalucía. No obstante, queda al margen de todos los tópicos habituales en el tipismo andalucista: los toreros, los flamencos, los gitanos, los guardias civiles, las imágenes religiosas, las procesiones y romerías, y todo lo demás inspirador de un tipo de poesía que tiene sus adeptos, y por eso hay que respetarla, pero que a José Luis, tan andaluz, no le interesaba, y a mí, castellano, me desagrada. Hay otra poesía andaluza desconocedora de esos tópicos, que piensa en vez de cantar al son de la guitarra, y expresa opiniones en vez de jipíos. Es la clase de poesía preferida por José Luis Núñez, al seguir el ejemplo señalado por Juan Ramón Jiménez, quien pretendió realizar “la exaltación de Andalucía a lo universal, en prosa, y en verso, a lo universal abstracto”, por lo que se animó a adoptar el apodo de El Andaluz Universal, con el que es reconocido. A José Luis le importaba liberar a Andalucía de los tópicos con los que se disfraza para divertir a los turistas, elevándola a lo universal con sus verdaderas características íntimas, fuera de los artificios con los que algunos se empeñan en ocultarla para que no se observen sus deficiencias. PREOCUPACIÓN POR ANDALUCÍA La poesía de José Luis abordó varios temas inspiradores, si bien resalta como argumento principal la preocupación por Andalucía. Por ese motivo es forzoso calificarla de poesía andaluza elevada a lo universal. Fue creciendo desde una primeriza indicación de sus inquietudes, hasta ocupar completamente su interés. La estuvo elaborando en una etapa crucial de la historia de España, durante los últimos años de la dictadura y los primeros de la monarquía que la sucedió, un momento de convulsiones políticas y en consecuencia sociales. Excepto el primer libro, Las fronteras del desertor, impreso en 1965, las restantes publicaciones se realizaron en la década de los años setenta, entre 1971 y 1978. En medio de esta etapa quedó la muerte del dictadorísimo en 1975, y su sustitución por el designado por él sucesor a título de rey. Por entonces se estaba produciendo un cambio en la apreciación de la poesía por parte de la crítica. Después de la guerra coexistieron dos intenciones líricas, una perfeccionista que buscaba la eficacia en las formas estróficas, y otra interesada por la situación sociopolítica de los españoles. Esta corriente recibió varias clasificaciones, alguna tan sonora como tremendista, o popular, o cívica, aunque la generalizada fue social. Coexistió al lado de otras diversas tendencias, como es lógico, porque cada escritor sigue sus ideas y sus gustos. Se la consideraba un arma de combate contra la dictadura, si bien la censura impuesta a los medios de comunicación imposibilitaba una actividad revolucionaria. Comprobada su ineficacia para remover el sistema impuesto desde la guerra, se la fue desdeñando hacia 1965, cuando apareció el primer libro de José Luis. Si queremos definir con un solo adjetivo la poesía de José Luis Núñez, me parece el más oportuno calificarla de testimonial andaluza. Debe advertirse, antes de continuar, que no fue un poeta monotemático, por lo que en sus libros mezcló varios asuntos, demostrativos de la multiplicidad de intereses que le inspiraban. Sin embargo, se aprecia una atención constante a las vicisitudes de los lugares andaluces, en los que se hallan sus raíces, como nacido en el pueblo sevillano de Espartinas, buena tierra de olivos, viñedos y laureles. Hago aquí un inciso para advertir que en la entrada dedicada a Espartinas en la Wikipedia de Google, se relaciona a seis “Lugareños ilustres”, pero al pinchar sobre el nombre de José Luis Núñez aparece una ventana advirtiendo que Not Found. Hago públicamente una llamada al Ayuntamiento, para que añada la información pertinente que falta, habida cuenta de que al escribir su nombre en Google se advierte que cuenta con 29 millones de entradas. He revisado las primeras, y todas se refieren al expresidente del Barça que estuvo en prisión. El fútbol, como opio del pueblo y rémora del progreso que es, y así lo reconocería hoy Carlos Marx, merece más atención que la poesía. No obstante, volvamos nosotros a ella. CON LOS POETAS SOCIALES En La Estafeta Literaria fechada el 1 de mayo de 1974 se insertó una entrevista que mantuve con José Luis, motivada por la concesión del premio Guipúzcoa de poesía a su libro S. O. S. Sur. Después de repasar la temática predominante en su obra, que califiqué como denuncia de la miseria andaluza, mantuvimos este diálogo: --¿Puede calificarse de social tu poesía? --No me he detenido a pensarlo. Ten en cuenta que a los poetas conocidos por sociales los tengo tan a mano que van, que vamos en el mismo carro. Quizá me falte perspectiva para hacer comparaciones. --Pero, en concreto, ¿con qué intención escribes estos poemas? --Con ninguna: paso por este estado de “santa ira” diariamente y desde hace mucho tiempo. Necesitaba este conducto; si no lo he transitado antes ha sido por falta de muelle contención (si se me permite el símil), de entrenamiento y de vislumbrar sumideros capaces de tamizar la mucha bilis que se percibe en el ambiente. Me interesa destacar dos afirmaciones: que iba en el mismo carro que los poetas llamados sociales, compartiendo sus intenciones y aspiraciones por lo tanto, y que se hallaba diariamente en un estado de santa ira, provocado por lo que observaba a su alrededor, en las tierras sevillanas. Aparte la entrevista mantenida para su publicación, sostuve frecuentes y largas conversaciones telefónicas con José Luis, por lo menos una vez a la semana, de modo que conocía su manera de pensar acerca de casi todas las cosas. Por eso puedo afirmar que era un andaluz total, que no se le pasó por la imaginación trasladarse a vivir en otro lugar, por ejemplo Madrid. Resulta impensable fuera de Sevilla. Es cierto que en su primera juventud pretendió ser actor, y durante dos años intentó entrar como meritorio en alguna compañía teatral en Barcelona, sin conseguir más que recitar poemas con los tópicos andaluces en teatrillos, y que a continuación se alistó en el Tercio Duque de Alba, pero después regresó a su tierra con intención de quedarse para siempre. Era su pueblo, y en él deseaba vivir, aunque reconociera sus deficiencias, sus defectos y sus errores. Como los reconocía los denunciaba, para intentar buscarles una solución, que debía ser colectiva. Para ello debía despertar la conciencia de los andaluces. QUERÍA HABLAR CLARO Desde su libro inicial, Las fronteras del desertor, publicado a sus 22 años, anunció cuáles eran los propósitos inspiradores de su poesía: “Quisiera hablaros claro. Decir lo que me callo”, explicaba a los lectores en condicional. Quisiera expresarse con libertad, pero eso era imposible en 1965, cuando la censura fascista vigilaba cuanto se decía o se escribía, para que nadie se atreviera a criticar al régimen. Por eso el poema al que pertenece ese verso se titula “La verdad callada”. Esa misma promesa condicional podía constituir un peligro, según la interpretase el censor. Esta declaración de principios, a modo de poética, iba a ser constante en su obra. Se dirigía a sus lectores como si estuviera en un mitin, algo imposible entonces. Sobre el papel confesó sus intenciones al animarse a consignarlas por escrito, y nos declaró: “No soy vuestro profeta; tampoco aquel rebelde / que escapó cierta noche con odio en los bolsillos.” Esto dicho para que nadie supusiera que pretendía anunciar un cambio en la sociedad, labor profética sin apoyo consistente en aquel tiempo extraño. Tampoco era un rebelde que se llevó al exilio su odio a la realidad del país. No deseaba convertirse en un desertor, sabía que su puesto estaba en su tierra, de modo que asumía la responsabilidad de quedarse viviendo el odio nuestro de cada día. Con sus poemas pretendía dejar relatado un testimonio de aquella España diferente al resto del mundo, según anunciaba un eslogan muy cierto de la dictadura. TEMAS DE CADA DÍA Las fronteras del desertor es un libro con diversos registros inspiradores, lo mismo que el siguiente, Los motivos del tigre, compuesto durante los cinco años siguientes, merecedor de un accésit en el premio Adonais de 1970. Se observa un cambio expresivo, porque la sencillez narrativa anterior se carga barrocamente aquí, mediante un derroche acumulativo de materiales descritos con delectación verbal. No podía faltar la inquietud por los temas sociales. El poema titulado “Anillos de humo” relata la dureza de la emigración en busca de un trabajo dignamente remunerado en Alemania, tema recurrente en muchos poetas de la época. Otro poema, “En la red”, denuncia la caída de los seres humanos en la red de una burocracia que nos deshumaniza. Sin embargo, la intencionalidad preponderante consiste en reproducir la realidad cotidiana. Y eso mismo ofreció en la primera parte del siguiente libro, Luz de cada día, impreso en 1972 y dedicado “A mi hija María Belén, dueña legal de tanta travesura…”, como anuncio de que contenía versos de diario, por así decir. El poema titulado “Antología íntima” relaciona los elementos predominantes en su casa, nueva fotografía en verso de la cotidianidad en la que mantenía su felicidad hogareña. Pero había algo más, anuncio de un cambio comunicador. El poema “El crepúsculo de las sirenas” pretende un viaje en el tiempo con el fin de revivir la infancia. Se lo plantea como un ajuste de cuentas con el pasado engañado por el canto de las sirenas, entonces ya en el crepúsculo. “Cuánta herencia del Sur / burlando este presente silencioso”, escribe, para resaltar que ya no escucha su canto como hizo antes. Y a partir de aquí se ejecuta la poesía testimonial de José Luis Núñez, que para la crítica resulta su faceta más importante, la que le caracteriza como definidor de una Andalucía realista, ajena a los tópicos para extranjeros merimeanos. Las publicaciones siguientes forman un bloque en el que se asienta la preocupación social, de forma que las confidencias intimistas anteriores se colectivizan para aludir a los andaluces en general. Diríamos que la casa del poeta, su centro de atención anterior, tiró las paredes y se amplió hasta abarcar toda la geografía andaluza. HABLÓ POR ANDALUCÍA Cuando preparé una antología de su obra, impresa a los dos años de su muerte, titulé el libro con un verso suyo, Un tiempo extraño, y el prólogo con un anticipo del contenido, “En aquel tiempo José Luis Núñez hablaba por Andalucía”, porque eso fue lo que hizo, al convertirse en el portavoz de sus paisanos. La Andalucía integrada en los dos libros y un folleto editados a continuación, nos interesa porque reproduce las características verdaderas de las gentes. Nada de folklore para atraer turistas. Esos poemas presentan una intención que puede calificarse como social o testimonial o popular, da lo mismo, porque en cualquier caso lo que hacen es verificar y versificar la realidad cotidiana del pueblo andaluz. El tema nos preocupa a los observadores de la evolución politicosocial del país. El título del libro anterior, Luz de cada día, se oscurece en el siguiente, aunque los dos aparecieron en 1972, distanciados cinco meses, y describe La larga sombra del eclipse, que es su título. Formó parte de la colección Aldebarán, fundada el 9 de junio de 1972 por él y sus amigos Roberto Padrón y Arcadio Ortega, ampliada más tarde en editorial, dirigida solamente por José Luis. En su catálogo hay poemarios muy notables, empezando por un libro inédito de Juan Ramón, La obra desnuda, que yo mismo preparé y prologué. Y sin dejar la referencia a Aldebarán, que resulta inevitable, debo recordar aquí que instituyó un premio de poesía del mismo nombre, sin dotación económica, pero con la publicación del libro ganador. Formé parte de sucesivos jurados, y puedo afirmar que el nivel medio de los libros concursantes fue siempre muy alto. Muerto José Luis, se creó un premio poético con su nombre, lamentablemente desaparecido. Me siento obligado a hacer un llamamiento a las autoridades políticas andaluzas para que lo vuelvan a convocar, aprovechando la celebración de este homenaje. Cuando tanto dinero se derrocha en actividades efímeras, y tanto más se roba colegiadamente, parece que sería fácil destinar una cantidad modesta para ayudar económicamente a un poeta y publicar su libro. Los volúmenes impresos permanecen, mientras los fuegos artificiales se desvanecen en el aire, y pese a ello los alcaldes prefieren el artificio efímero a la cultura estable. ECLIPSE DEL SOL ANDALUZ Terminado el inciso vuelvo a La larga sombra del eclipse, cuarto libro de José Luis Núñez, iniciador de la etapa más incisiva de su poética. Uno de los tópicos inevitables de Andalucía es el Sol, que aquí tiene dedicada una costa entera, y algún bodeguero presuntuoso afirma saber embotellarlo. Ese Sol iluminaba la vida cotidiana del poeta y sus gentes, hasta que se eclipsó, y su larga sombra deshace los tópicos. Los turistas que llenan las playas andaluzas no son capaces de advertirlo, pero un poeta sí observó el eclipse extendido por el paisaje andaluz, y lo contó en verso para despertar la atención de quienes debían evitar su propagación. Aparecen gitanos en estas páginas, pero no son los que viven del turismo bobalicón, sino una familia apaleada en las calles de su pueblo. De ahí la invitación lanzada en un verso: “Ven a bailar conmigo esta tristeza.” Mi amistad con José Luis me permite aclarar que detestaba el baile flamenco casi tanto como las corridas de toros, otra coincidencia de nuestro entendimiento. No quiso bailar por soleares, sino por tristezas. Predominan las descripciones en estos poemas reflexivos, en los que se acumulan unas circunstancias concretas merecedoras de observación y crítica. Se localiza una abundancia de exclamaciones: “Ay” se encuentra en ocho de los veinticuatro poemas del libro, una interjección habitual en el cante flamenco, aquí empleada con tono elegíaco diferente. Un tono continuado en su quinto libro, S. O. S. Sur, ganador del premio Guipúzcoa de 1973, puedo afirmar que por unanimidad del jurado, ya que formé parte de él. Lo editó asimismo en su colección Aldebarán. Y leemos en el poema que da título al libro: “Ay, amigos, / que se nos muere el Sur y no dispone / siquiera de un cadáver a propósito.” Esos amigos convocados también en otros poemas son los lectores. Les incita a unirse a él en su denuncia de la realidad social: “Acógete a la rabia, amigo”, dice. EL PARAÍSO DORMIDO Es muy interesante un folleto de 16 páginas editado en 1978, Dormido paraíso, lamentablemente de tirada corta, y en consecuencia de escasa difusión y carencia de crítica. No hace falta decir que el título metaforiza a Andalucía, y que José Luis intentó con sus versos contribuir a despertarlo. El último poema, “Fábula de la Bella Durmiente”, aplica ese cuento infantil a la situación de su tierra, hechizada ante la contemplación curiosa de los turistas. La culpable del hechizo está en el primer poema, “Encuentro con la Hechicera General”, a la que el poeta entrevista en su casa de Madrid. Traducidos los poemas al román paladino, entendemos que José Luis culpaba al centralismo madrileño de la situación somnolienta de Andalucía. Precisamente ese año 1978, concretamente el 27 de mayo, se constituyó la Junta Preatunómica de Andalucía, para gobernar la región sin la tutela madrileña. Se mantuvo hasta el 11 de enero de 1982, cuando el Boletín Oficial del Estado insertó el Estatuto de Autonomía para Andalucía, que José Luis no llegó a conocer, porque había muerto el 7 de mayo de 1980. Me pregunto qué escribiría hoy José Luis sobre los partidos políticos y los sindicatos andaluces, cuando están imputados por falsificar expedientes de regulación de empleo unos 250 funcionarios, entre ellos dos expresidentes de la Junta de Andalucía, y cuando la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil cifra en 1.297 millones de euros la cantidad sin justificar por las ayudas a la financiación entre 2001 y 2014. Además, la Encuesta de Población Activa del primer trimestre anuncia que hay 1.359.000 desempleados en Andalucía. El paraíso no está dormido, sino perdido. UN MÉDIUM PARA LOS MUERTOS En 1973 empezó a componer un libro con nuevo registro, inicialmente titulado Juguetes comprometidos, pero lo cambió por Médiums. Con él obtuvo un accésit en el premio Álamo de 1976, y lo incluyó dos años después en el catálogo de Aldebarán. Ya no es Andalucía la protagonista de los versos, sino el tiempo pasado. Las evocaciones de su niñez son tristes, como lo fue aquella interminable posguerra de ejecuciones, cárceles y exilios. El poema “Horas de tedio”, que mejor debiera titularse “de miedo”, presenta a la familia encarcelada en su propia casa: “Y allí estábamos todos suspirando / por un poco de aire, algo que hiciera / sacar nuestras cabezas de lo obscuro”, pero el aire estaba viciado en toda la contaminada España. Como un espectro pasa por estos versos “El Rojo”, en el poema así titulado, un hombre que perdió la guerra y por eso no se le debía hablar. Otro poema, “Espectros”, muestra a los muertos como acusadores. El poeta ejerce el papel de médium entre los muertos enterrados y los muertos políticamente en vida. El lector tropieza a menudo con la palabra paz, que había sido vilmente utilizada por la dictadura para justificar su victoria, como si no hubieran sido los militares sublevados los causantes de la guerra. Es lo que obliga al poeta a definirla como “Paz odiosa”, puesto que efectivamente era el resultad del odio acumulado contra el pueblo español deseoso de vivir en la paz de la República. UN TIEMPO EXTRAÑO El tema le inspiró otro libro, que no tuvo tiempo de editar, Al paso alegre de la paz, título tomado de un verso del himno falangista. Esa paz no era alegre, sino trágica. En un verso del espléndido poema titulado sencillamente “Prólogo” se autodefinió de manera desoladora, incluyendo a toda la generación de los nacidos en la inmediata posguerra: “Soy un tiempo extraño”, utilizado por mí para dar título a la antología que edité en 1982, porque me parece un buen resumen de lo que padecimos sin culpa. Otro libro estaba componiendo, Sonetos de la buena pipa, satíricos, muy graciosos e intencionados, en los que ponía en solfa a ciertos personajes de relumbrón. Ignoro lo que sucederá con su obra inédita, aunque puedo opinar y así lo hago que debiera publicarse, puesto que la impresa es corta. No es que importe la cortedad cuando posee calidad: un solo libro de poemas eterniza a Bécquer, y menos todavía, un solo poema a Jorge Manrique. No pretendo establecer comparaciones entre ellos, pero sin duda la obra de José Luis Núñez, desigual en su conjunto, merece ser releída, porque es testimonio de ese tiempo extraño que nos tocó por mala suerte vivir, con primordial atención a su tierra andaluza.

Arturo del Villar


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