Georges Perec: W. o el recuerdo de la infancia

Menoscuarto, Palencia, 2014.

Perec podría decirse que es de los pocos -muy pocos- autores que crean adicción. Así es; aún entendiendo que la adicción, para el caso, es una decisión personal relevante e individualizada, hay algo en el discurso de este escritor que parece ir más allá de la afición personal propia: tal vez por su lenguaje fluido, aligerado, directo y personal. Muy flexible y entreverado de simpatía empática, de sentido del humor si bien como una incitación, una vía indirecta hacia la memoria propia, hacia la reflexión. He aquí uno de sus secretos como escritor. Tal vez, pues, adictivo por el grado de contenido humano (pleno de una casi inexcusable sinergia universalizadora, tal como es capaz de generar) que no es difícil asociar pronto a la emoción e inteligencia del lector, generada por el autor -este autor- que se dirige a él. Muchos y sugerentes títulos le avalan; muchos de ellos, por cierto, de un rasgo memorialistico muy prometedor, muy implicador en el sentido más armónico y constructivo: ‘El hombre que duerme’, ‘Especies de espacios’, ‘Me acuerdo’ o ese monumento al detalle interiorizado que es ‘La vida, instrucciones de uso’ Diríase que Perec es, a lo largo de sus obras, un hombre perfectamente fiel a un paisaje, su paisaje, hecho del entorno que le acoge y de los avatares que han tenido lugar en una Europa en guerra para un niño de origen judío como él Hay un pasaje en este libro que pudiera ser indicativo, solo en parte, de su observación: “En una ocasión los alemanes fueron al colegio. Era por la mañana. Desde muy lejos vimos a dos de ellos –oficiales- que atravesaban el patio en compañía de una de las directoras. Fuimos a clase como de costumbre, pero no volvimos a verlos. A mediodía se extendió el rumor de que se habían limitado a mirar los ficheros del colegio y que se habían ido tras requisar el cerdo que creaba el cocinero (me acuerdo del cerdo: era enorme; se alimentaba exclusivamente de mondaduras)” ¿Se trata del cerdo real o del cerdo simbólico del invasor? Aquí, la parte ‘real’ de su discurso biográfico se entremezcla con una narración paralela situada en el lugar imaginario de W., que da título al libro “He dudado mucho antes de emprender el relato de mi viaje a W. Me he decidido hoy impulsado por una necesidad imperiosa, persuadido de que los acontecimiento de los cuales he sido testigo deben ser revelados y sacados a la luz” Lo sacado a la luz es su propia vida, o fragmentos de ella. Crea, pues, el paisaje para hablar de sí. Un testimonio revelador. Lectura jugosa, distinguida por lo original, emocionante y cautivadora. Una lectura fecunda siempre.

 

Ricardo Martínez


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