EN EL CORAZÓN DEL PADRE
Fernando Rielo. B.A.C., Madrid, 2014 Pilar Martín, Escuela Idente, Berlín
Hasta 2013 de la obra manuscrita de Fernando Rielo conocíamos su poesía mística, proverbios, metafísica y antropología. El presente libro aparece como el primer manual propiamente de su espiritualidad. Tras concluir su lectura, veo necesario exponer primero lo que no es: No es para cualquiera, pero sí para cada uno y todos. Ni para ojearlo en cualquier lugar o estado interior, pero sí para una lectura atenta y detenida. Tampoco es obra de divulgación o de entretenimiento. Meditado empero pausadamente, a corazón abierto, puede resultar revelante y decisivo para el lector sin prejuicios. A modo de Meninas, al abrirlo, el espectador se verá suavemente empujado a formar parte de la obra, entrar en ella con lo puesto desde el mismo instante en que se dispone a su acceso. El propio autor nos invita a la postura correcta: “Guardad siempre en todo momento, lo que podríamos decir, una mente sin prejuicio de nada... “ (98). De forma sucinta, citamos la Presentación por su claridad: “El contenido abarca a la vez teología, espiritualidad y mística. Se trata de una mística experimental que está enraizada en los evangelios...” Esta última obra publicada de Rielo, como casi todas las suyas, rompe esquemas; no porque el autor se lo proponga, sino por la contundente sencillez y transparencia de todo lo que expone en sus líneas. Es obvia la nula pretensión del autor de intentar persuadirnos de la veracidad de sus experiencias. Resulta fácil resumir su contenido en una frase: “la mística conciencia filial”. Su sistematización queda perfectamente recogida en el prólogo, que se refiere a las dos partes de la obra: la primera, ligeramente más explicativa, con el testimonio personal del autor sobre el Padre, el ser hijos suyos y cómo vivir la intimidad divina. La segunda abarca su vivencias místicas con las Personas Divinas; se centra progresivamente en la extensión y consecuencias de la relación filial, hablando de forma directa a su hijos espirituales –no olvidemos que estamos ante la figura del fundador del Instituto religioso de misioneras y misioneros identes, responsables de la publicación de sus obras-. Recorre biográficamente su vida entretejida con dicha experiencia, en su relación personal e inapelable, desde su infancia, con su Padre celeste. Porque El es la palabra más genética (XVII). Si el ser humano es un ser en relación, ésta tiene que tener un modelo supremo de referencia. Fernando Rielo establece el de las personas divinas entre sí bajo los siguientes términos: La generación, “ recrearme engendrando los dos –el Padre y yo- al Hijo – engendrar místicamente a la gracia a otros seres humanos”; la espiración, “recrearme espirando los 3 –ellos dos y yo- al Espíritu Santo, y espirar místicamente (infundir, animar, mover a otros seres humanos”). Y la inspiración, “recrearme inspirando al Espíritu Santo”, actitud única posible para poder “inspirar místicamente a otros seres humanos”. Nuestro autor “desmenuza” la estructura y origen de las Personas Divinas. Cuando habla del Espíritu Santo, es un coloquio místico con y sin elementos racionales. Lo cual no significa que sea patrimonio exclusivo de ciertos privilegiados; de hecho, Rielo afirma la universalidad de dicha experiencia: “... que la puede tener, en virtud de la gracia, cualquier ser humano...” Dios Trino confirma el sentido de comunión, de comunidad. “Somos dos”, es el inicio del diálogo con el Padre; porque “El Padre te habla a ti, no a un colectivo”.¿Qué es, pues, la santidad? Volver a la restauración de nuestra vida moral, la cual consiste en ser “criaturas originales”. Y hasta aquí remonta Rielo toda la creación; aquí radica, ésta es, afirma, la riqueza inmensa del origen de todas las cosas. ¿Qué pudiera chocarnos o sorprendernos de este libro? Precisamente la naturalidad con la que alguien habla de su experiencia divina. A la gran mayoría nos falta quizás ese lenguaje, ese diálogo; se nos presenta en principio como terreno inexplorado y hasta desconocido. Pero, dede una escucha diáfana, su panorama invita a caminar por un sendero tan fascinante como prometedor: la propia Jerusalén Celeste dentro de nosotros , hasta que vamos adquiriendo en lo íntimo del corazón una sensación, una impresión permanente, un murmullo del Padre. Y entonces nos queda a cada cual la pregunta que Rielo nos formula: ¿oímos sus pasos?
María del Pilar Martín Espíldora
