Alberto Manguel, Gianni Guadalupi: Guía de lugares imaginarios
(ed. abreviada) Alianza, Madrid, 2014
Reconozco que me encanta poder saber que FELINIA es un reino que limita con Nolandia y el Imperio Banois, en el centro del núcleo hueco de la tierra. Al parecer, “Como en los demás países de Plutón sus habitantes son muy supersticiosos, y atribuyen gran importancia a la interpretación de los sueños, que, afirman, predicen el futuro y pronostican los resultados de la lotería, lo cual ha dado lugar a infinidad de bancarrotas” También me ha interesado conocer, desde luego, que FERIA DE LAS VANIDADES es una importante ciudad en el camino que conduce a los peregrinos desde la Ciudad de la Destrucción a la Ciudad Celestial, en el País de Cristiano. Y que debe su nombre a la feria que allí tiene lugar, creada en su origen por Belcebú (primer señor de la ciudad), Legión y Abadón. Sus principales ciudadanos –como no podía ser menos, digo yo- son los señores Apetito Carnal, Lujuria, Lascivia y Codicia. ¡Qué grado de conocimiento tan útil, interesante y un algo melancólico! La fuente de tal conocimiento me viene de leer este libro de maravillas que es la Guía de lugares imaginarios. Y qué más da, me digo, si tales lugares han surgido de la imaginación; sólo por el hecho de saber de su existencia en algún libro ya merece la pena la ilusión. Es, o constituye, un reto a la imaginación propia, a la inteligencia, al sentido del bien y del mal, y al otro sentido no menos esencial, el del humor. Una lectura gratísima, entretenida, instructiva, donde el viajar es un regalo tan económico como insinuante por lo que tiene de acercarse al futuro con solo disponer de algo de tiempo. Y son tantas las promesas de un lugar distinto y sugerente. Pero, ¡cuidado viajero intrépido!, pues alguno de estos lugares nacidos de la nada –aparentemente- no dejan de encerrar sus riesgos. Por ejemplo POLIGLOTA, esa isla del mar Rojo donde vive una versátil raza de individuos llamados políglotas. Esta gente –se nos informa oportunamente-, que habla todos los idiomas del mundo, deja tan estupefactos a los extranjeros que por casualidad llegan allí que les resulta fácil capturarlos aprovechándose de su sorpresa. Luego se los comen crudos. “Esto no ocurre jamás en París –aclara, entre paréntesis, el cronista- a pesar de una opinión muy difundida” Bueno, tal vez esto venga a decir que no hay lugar totalmente seguro, pero eso ya lo sabemos los que estamos rodeados de políticos ‘profesionales’ Ricardo Martínez