Delirios de un astronauta sin Vía Láctea. 1ª edición. 2024. 170 páginas. ISBN 979-8301681479 Independently published. Impreso en EE.UU. El astronauta llegó de buen humor. Empezó a recitar con ironía, con un poco de sarcasmo sobre la alegría de vivir: [“No te llamaré majestad. Tú no eres mi majestad. / No creo en las majestades ni en sus caprichos, (...)” Entonces no te invitaré a tomar té conmigo, /No podrás besar mi mano ni reverenciarme.”] Lo que parecía ser un libro que enaltecería la vida cotidiana [“Gracias al buen juicio del siglo veinte, / No camino con la espalda jorobada, / Con los ojos clavados en una pantalla, / Con los dedos transformados en garra, / Con la mente vacía, creyéndome un rey.”], de repente se volvió sombrío. Es que el astronauta encontró en medio del camino un mundo que no tenía nada que ver con lo que se había imaginado mientras viajaba por la Vía Láctea: “Somos animales en lucha por la sobrevivencia / Algunos hemos sido amaestrados / Caminamos con la cabeza gacha / Esquivándonos hasta de las sombras / Decimos en las encuestas / Somos felices”. Por tanto, la voz del astronauta empieza a ser un poco sombría: una voz ronca que no tiene miedo de gritar lo que ve en las calles de las ciudades: “Hay gente buena que está en la calle, / Mendigando, sin tener dónde vivir, Sin tener nada qué comer”. Tal vez el objetivo del viajero especial sea sacudir a la gente para que salga de su comodidad, para que se rebele contra la tiranía o, que por lo menos, para que vea la realidad como ella es y no como aparece en el teléfono celular que ha esclavizado a la humanidad: “No hay censura / Cuando las bombas caen, / No hay censura / Cuando las bombas explotan, / No hay censura / Cuando las bombas aniquilan // Yo me divierto. / Todos nos divertimos / Mientras la gente muere allá, / Muy allá, lejos de aquí, / Porque, después de todo, / No es nuestra guerra”.